Viajar con animales

Viajar es prácticamente lo que hago, lo hago físicamente y también lo hago soñando mientras duermo. Pero he de confesar que también sueño despierta y mucho: soy de las que aunque defiendo vivir el presente no puedo evitar soñar con lugares increíbles y las cosas que quiero hacer en ellos.

Si escribo este artículo ahora es porque hay muchas personas que tienen planeado irse de vacaciones, y eso es una noticia buenísima porque pasar tiempo descansando, explorando, con la familia o solo/a son grandes momentos. Pero hay un tema que me empieza a preocupar: de los creadores de para navidad regalo un cachorro, viene… me voy de vacaciones y no sé que hacer con él. Y de esto voy a hablar hoy, pero no vengo a juzgar, sino que vengo a reflexionar contigo sobre el término familia y sus valores.

Recién llegada a nuestra vida

Hace casi cuatro años tomé una decisión, traer a mi vida un perrito; pasaba por un mal momento y necesitaba amor incondicional que yo no me sabía dar. La idea de tener una mascota es la manera superficial de decir: compañero de vida o familia, porque son lo mismo dicho de otra manera. Fui a casa de mi padre y Lecker era la perrita débil de una camada de muchos perros que tenía mi padre. Él y yo diferimos de cómo tratar y concebir a los animales, pero poco a poco él aprende de mí y yo mucho de él. En fin, yo fui un fin de semana a visitarle con la idea de mirar perritos, siempre lo hacía pero nunca me atrevía a adoptar ninguno porque yo quería viajar y muchas más cosas.

Pero esa vez fue diferente, fui y una perrita pequeña y delgada asomaba tímida junto con otros perros. Mi padre abrió la puerta y Lecker salió corriendo, se asustó de los demás perros y corrió a refugiarse a mis pies, se sentó en ellos y firmó un pacto conmigo de por vida. Era la primera vez que me veía y no me enamoró su belleza, o su raza, fue su innata respuesta de refugiarse en mí, pues yo me quería refugiar en ella. Entonces lo supe, yo la podía proteger y cuidar, y lo quería hacer. Puede que ella me quisiese a mi incondicionalmente.

¿De donde viene el nombre de Lecker?


Martin y yo nos miramos y él sabía que era definitivo, tardé mil horas en decidir un nombre. Martin le quería poner Tara y a mí no me gustaba demasiado para ella, quería ponerle Lekker que fue la primera palabra que aprendí en Utrecht cuando trabajaba. Significa “delicioso” y me la enseño un niño de cuatro años mientras se comía un sándwich de crema de cacahuete que le parecía el mismo cielo. Fue la inocencia del niño que me parecía la misma que la de la perra. Paralelamente Martin hizo un Erasmus en Munster y aprendió la misma palabra solo que se escribía y pronunciaba diferente, aun así sonaba parecido: lecker. Así que acordamos que yo elegía el nombre o concepto pero que Martin elegía el origen del lugar y por lo tanto como se escribía y pronunciaba.

Lecker

Lecker se adaptó muy bien a su vida en Barcelona

Era muy tímida al principio, sus hermanos no la dejaban comer mucho, entre otras cosas, pero que superó con amor y cuidado. Nació en el campo, en casa de mi padre, y vivió con Martin y conmigo en el centro de Barcelona en un piso. Dedicamos mucho tiempo a educarla nosotros mismos, la intención era de que sintiese que «casa» era un lugar donde relajarse, y que los paseos eran para descubrir mundo y relacionarse con niños, adultos y otros animales. Pronto empezamos a viajar, hicimos primero pequeñas excursiones con tienda de campaña y al poco tiempo Lecker ya se estaba acostumbrando a las largas rutas en coche. Gracias a entender ordenes o directrices básicas ella siempre volvía.

Luego volvimos a Ibiza donde, después de conocer las reglas de la ciudad, aprendió a entender las normas del campo. Cuando hacíamos viajes muy cortos la dejábamos con la familia o amigos, si eso no era posible nos la llevábamos. Más tarde nos fuimos a vivir a Escocia y nos planificamos muy bien para que ella viniese a vivir con nosotros, jamás dudamos de traerla con nosotros.

También se adaptó rápidamente a Ibiza

Esto lo cuento porque es posible, nosotros lo hemos hecho posible y seguiré luchando para que así sea. Hay un balance entre cuando sé que es mejor que se quede o que venga con nosotros, pero por lo general ella nos acompaña. Me quedó claro la capacidad de adaptarse de los animales el día que mi gata, que falleció hace ya tiempo, hubo que amputarle la pierna: salió de la operación moviéndose como si jamás hubiese tenido esa pata, con naturalidad y sin echarla de menos. Aprendí entonces la gran capacidad de resiliencia que tienen los animales.

Cuando dejo a Lecker con familia sé que en el fondo me percibe a su alrededor, sabe que voy a volver, y con amigos, aunque menos, también se siente más cómoda. Cuando volvemos está inmensamente feliz, nos echa de menos. Agradezco mucho siempre a las personas que se quedan con Lecker, porque para mí es un voto de confianza muy grande, pero a la vez Lecker disfruta mucho con otras personas y aprende a ser más sociable y ser más tolerante en otros ámbitos.

Viajes en que SÍ nos acompaña

Como ya habréis adivinado la hemos educado para que sepa viajar desde muy pequeña, llegó a nuestras vidas con cuatro meses y no hemos parado desde entonces. Puede que el mejor ejemplo que os podamos dar es cuando nos fuimos a vivir a Escocia. Fuimos en coche desde Ibiza, cruzamos los Pirineos navarros, subimos la costa atlántica de Francia, más tarde cruzamos Inglaterra y llegamos hasta Edimburgo donde vivimos seis meses ¿Cómo lo hicimos? Aquí os dejamos algunas imágenes del viaje…

Tiendas de campaña o camping


Nos quedamos a dormir en algún camping y la verdad es que es bastante sencillo, lo que más nos cuesta es que Lecker preste atención a saber dónde estamos en todo momento. Es algo que se practica, la clave es: tener un grito de encuentro que para ella es “aquí” o su nombre. Con la edad es más tranquila y ella misma entiende la importancia de saber donde estamos en todo momento.

Básicos de viaje:

  • Siempre tenemos una bolsa con su comedero y bebedero
  • Su comida y alguna chuchería
  • Correas y bolsita para heces.
  • Cuando fuimos a Escocia y por el frío añadimos un abrigo
  • Normalmente tiene tres collares: uno bonito de paseo, uno deportivo (no se mancha, es cómodo para moverse y resistente) y el nocturno (uno que tiene luz que se carga con USB y va muy bien para cuando estamos en la naturaleza o hacemos fiestas por la noche. Os aseguro que se ha salvado de algún atropello)
  • Placas: cada collar tiene su respectiva placa y en ellas está escrito: su nombre y por detrás mi número de teléfono y el de Martin con el prefijo de España (+34). Importante si la encuentra alguien de otro país o estamos nosotros fuera de España.
Esta fue la primera vez que fuimos de excursión con ella, se sintió tan libre que tuve por seguro que sería una maravillosa compañera de aventuras.

Hoteles y hostales que admiten mascotas


Encontrar hoteles, hostales o albergues que admitan perros es muy fácil con aplicaciones como Booking. En filtros tienen una casilla para encontrar lugares que “admiten mascotas”. No hemos tenido problemas, y si el perro está bien educado podéis estar tranquilos, si no es así nunca es tarde para empezar. Nosotros hemos dejado a Lecker en el hotel un par de horas y no ha ocurrido nada malo.

Transporte

Avión
No lo hemos hecho nunca, pero uno de los motivos por los cuales nos interesamos en ella fue su tamaño, 8 kg máximo el peso máximo para viajar en cabina de avión. Tengo la esperanza de que mejoren los aviones para que perros más grandes puedan viajar seguros y con más comodidad. Estoy segura de que Lecker algún día viajará en avión y entonces os contaré la experiencia.

Barco
Hemos viajado mucho en barco con ella: trayectos cortos donde tiene que estar en una jaula en el exterior (en ese caso nos hemos asegurado de dejarla cómoda y con todo lo necesario para que esté bien) y trayectos largos, cruceros de dos días (en ese caso Lecker estaba en nuestro camarote y aprendió a hacer pis en la cubierta que luego fregábamos). Por lo tanto es posible.

Coche
El cinturón de seguridad es lo primero, lo compramos en Amazon y ha sido muy útil. Lecker tiene en nuestro coche una parte de los asientos de atrás con una tela por si va sucia, y su cama si el viaje es muy largo. Paramos cada dos o tres horas, ella puede hacer sus necesidades y beber un poco de agua, también pasear cinco minutos. Por lo general ha aprendido a relajarse cuando está en el coche y duerme la mayor parte del tiempo o mira por la ventana mientras escucha la música.

En Dover después de muchas horas en coche paseamos un largo rato por los famosos «White cliffs».

Viajes donde NO nos acompaña

Cuidado de un familiar


La primera opción es siempre la familia, primero porque saben lo importante que es Lecker en nuestra vida y lo segundo porque ella les conoce más y pasa tiempo con ellos, eso la tranquiliza y la hace sentir en casa. Normalmente me comentan qué tal está, me mandan alguna foto, etc.

Cuidado de amigos


También la he dejado con amigos y me miro muy bien con quién porque no todo el mundo sabe lo que es tener “mascota”. Sheryl es una amante de los perros como yo y es una de mis mejores amigas. Tiene a la adorable Kiba, una perrita un año mayor que Lecker con la que se ha quedado con ella un par de veces y, lo cierto, es que no dudaría nada en volver a dejársela.

Cuidado de alguien extraño


Nunca me he visto en situación pero si he sido la que ha cuidado de perros de una persona con la que no tenía relación. ¿Por qué? Pues porque le podía ofrecer a estos perros un hogar donde podían convivir con nosotros, campo donde caminar y disfrutar y la compañía de otro animal: Lecker. Bajo estas condiciones y si la persona me transmite confianza me lo plantearía.

Hotel


Es la última opción de mi lista, pero la utilizaría antes que el abandono. Tener una mascota no me parece caro, dependerá de las necesidades de cada animal. Pero como el abandono no me parece una opción si yo me puedo ir de viaje, Lecker merece al menos un techo y el compromiso de que voy a volver.

Viajes de larga estancias:

Protocolos: veterinarios, papeleo…


Irse con Lecker a otro país fue una decisión muy natural. En Barcelona conocí a un hombre que había ido por todo el mundo con su perro, desde Nueva York a Shanghái. Entonces me dije que si él puede yo también, pero ¿Qué es necesario?

Organización: si eres de España necesitas previsión; Unión Europea tres meses antes, fuera de la Unión Europea ocho meses. Hay muchas páginas que te dan la información de lo que necesita la mascota para viajar, solo hay que seguir los pasos y planificarse. Contar que si sales de Europa hay periodos de cuarentena (que es como si se fuese de hotel y varía según el país), papeles que hay que entregar (pasaporte del animal y otros) y cuotas que pagar, sin olvidarnos de alguna posible vacuna extra.

Para entrar a Reino Unido (aún en la UE) hablamos con nuestro veterinario que su puso al día en cuanto a requisitos. Le dimos a Lecker las vacunas normales de España y tres días antes de cruzar la frontera con Reino Unido paramos en un pueblo de Francia a darle el desparasitaje y que él firmase constando que Lecker era apta para viajar, es decir que estaba bien.

Mi reflexión

Para nuestros compañeros de vida, mascotas no es un término que me apasione, somos su familia. Nos esperan a lo largo del día, nos buscan, comen y duermen con nosotros y nos echan de menos si no estamos. Se alegran de vernos como nadie y cuando tienen miedo nos buscan y nos protegen, por ello merecen ser tratados como familia y abandonarlos no es una opción. Este artículo no trata de hacer sentir mal a alguien que se lo haya planteado, a veces todos tenemos pensamientos egoístas, pero estas palabras son el recordatorio de qué significas para ese precioso ser que tienes en tu vida.

O si por el contrario estabas agobiado/a con tus vacaciones, aquí tienes una pequeña guía sobre qué hacer y cómo proceder. Los animales son muy resilientes y creo firmemente que allí donde este su familia, ellos estarán bien. Con paciencia y educación podréis viajar con ellos, nunca es tarde para aprender juntos.

Stay wild, be kind

Laia

Nuestra primera foto juntos
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San Cristobal de las Casas

El lugar que hay visitar, el sitio que te va a engullir y encantar, las calles que te van atrapar y su arte que te va a enamorar. Todas esas sensaciones y muchas más son las que se viven en San Cristóbal de las Casas. Y si no me crees puedes ver el artículo que me inspiró este precioso lugar y que titulé como Oda a México. https://laiawanderlust.blog/2020/02/06/oda-a-mexico/

¿Dónde está?

El corazón representa San Cristobal de las Casas

¿Cómo llegar?

Nosotros cogimos un avión desde Ciudad de México hasta Tuxla Gutiérrez, allí contratamos en el aeropuerto un shuttle bus que nos llevó hasta la estación principal de autobuses. Entonces un taxi oficial nos llevó hasta nuestro hospedaje y para volver hicimos lo mismo.

Día 1: La noche cerrada

El taxi nos dejó en la puerta del que ha sido uno de los mejores hospedajes de mi vida: La posada del abuelito. Un lugar que me pareció lleno de amor en cada rincón, el jardín que te recibe parece hasta frondoso y cubierto por preciosas lucecitas, hay mesas con flores secas en cada rincón… Hay más, hay hasta un pozo de los deseos en un patio donde también hay hamacas y mesitas bonitas para sentarse, además la cocina tiene un aura especial.

Nada más llegar dejamos las maletas y fuimos a cenar ya que el rugido de nuestras tripas se podía escuchar desde las antípodas del lugar. Cuando empecé a andar por las calles una emoción desconocida me paró la respiración, empecé a sudar, a sentir una presión en el pecho que a la vez este palpitaba alocadamente y yo empecé a sentir pánico. Así que cenamos rapidísimo en el restaurante Todo Vegano -tienen el mejor kombucha– y le supliqué a Martin ir directos al hostal a dormir porque no me encontraba bien. 

Pasadas las semanas una amiga me explicó que esta sensación que me embargó durante todo el viaje o se debía a una vida pasada que mi alma reconoció o estaba sufriendo el Síndrome de Stendhal

Este síndrome es una situación anímica que se desencadena tras observar obras de gran belleza en una misma ciudad y durante un corto espacio de tiempo. También es conocido como el síndrome del estrés del viajero la enfermedad de los museos. Los turistas que lo han sufrido aquejan taquicardia, sudoración, sofocación, tensión emocional, agotamiento y mareo.

Fuente: Diario abc

Día 2: San Cristóbal de las Casas

Por la mañana desayunamos tranquílamente deseando que no me volviese a pasar lo de la noche anterior. Martin fue a comprar comida para el desayuno y al volver dijo “carga la cámara he encontrado un lugar que te va a encantar” es de las frases más románticas que se me pueden decir. Así que después de unas tostadas y café fuimos a la carga.

En el Mercado de Santo Domingo, el más grande que he visto en mi vida, se respira autenticidad -recordemos que en este pueblo más del setenta por cierto de su población es indígena maya-. Los puestos son variopintos en mercancías, colores, sabores y olores. Desde comida, a un todo a cien, animales vivos y mucho más. No dejé de abrir la boca cada vez que veía a una octogenaria cargar una bolsa pesada con la fuerza de su frente, cuando una señora maya me sonreía sobre el reflejo de sus trenzas de colores me emocionaba. Bueno pues así anduvimos unas horas entre calles hasta que “creemos” las recorrimos todas.

Artista maya

Finalizamos la mañana visitando el museo de ámbar, la entrada es muy económica y las piezas de su interior son dignas de ser observadas. También aprendimos muchos consejos para comprar ámbar de buena calidad:

  • El ámbar de verdad es una resina y por lo tanto no pesa casi.
  • Si lo frotamos con los dedos y se calienta al olerlo huele a miel.
  • Si quemásemos el ámbar de verdad olería a incienso.
  • En todas las tiendecitas podéis pedir una luz ultravioleta que al enfocar el ámbar si éste es de verdad se pondrá blanco bajo la luz.

Tipos de ámbar:

  • Rojo: ha estado en montañas altas y ha recibido mucha luz del sol.
  • Amarillo: ha estado enterrado bajo tierra y no ha recibido mucha luz del sol.
  • Verde: en algún momento de su vida fue tocado por el agua.
Museo del ámbar

Más adelante os explicaré donde compré mis souvenirs.

Para comer fuimos al restaurante Jardín Tonantzin y pedimos enchiladas y tamales veganos, la comida sabía a auténtica y el ambiente también. En el momento del postre vino la dueña y nos preguntó que tal estábamos y si la comida nos había gustado. Un festín sin duda, pero luego le pregunté:

“Oye, perdona, este lugar es muy especial verdad, digo… místico o con mucha energía”

Ella me sonrió como si supiese perfectamente de qué hablaba y asintió con la cabeza. Sorprendentemente no me dijo nada más pero hizo un gesto que se notaba que callaba algo y yo sentía toda esa energía en cada poro de mi piel.

Por la tarde y después de una rápida siesta en el hostal fui a una pequeña tienda de cacao (Está en la avenida Diego Dugelay cerca del restaurante Todo Vegano), recordemos que los mayas también fueron muy famosos por su cacao. Y este es amargo con ganas, puro quiero decir, pero mira que yo entré chulita con mi “Yo estoy acostumbrada al chocolate de 85%”. No entendía de qué se reía el chico hasta que el cacao se deslizó por mi boca, una experiencia divina y que me devolvió a mi modestia. Si tenéis la oportunidad probad el bombón de maracuyá, es otro placer de la vida del que no deberías morir sin probar.

Por la tarde hicimos el free tour de la ciudad, pero otra vez puedo decir que ha sido de los mejores de mi vida porque me sentí muy acogida por todo el lugar y sus gentes. Vimos vistas únicas, vimos los pequeños rincones que escondían cuentos históricos, vimos atardecer en un centro cultural alternativo, fuimos a una coopertativa artística, nos dieron consejos buenísimos y nos llevaron a beber posh (una bebida alcohólica a base a de maíz).

Mercado de Santo Domingo

Día 3: Excursión al Cañón de los Sumideros, Chiapas del Corzo y miradores.

Nos despertamos tarde y después de desayunar preparamos el tupper con lo que habíamos comprado en Loving Hut y que sería nuestra comida para la excursión de ese día. 

Un coche nos vino a buscar en el hostal y cuarenta y cinco minutos más tarde nos colocábamos unos sombreros en la cabeza, un chaleco salvavidas y subíamos a una barca llena de turistas. Recorrimos el río donde vimos cocodrilos, monos y sus crías, más animales salvajes y su explícita vegetación. Nos contaron sus historias marcadas por la historia y la situación actual de la región. 

Mono araña

Al medio día nos dejaron dos horas para comer en el pueblo Chiapa de Corzo. Martin y yo paseamos por nuestra cuenta hasta encontrar un banco al lado del río, allí comimos la comida de nuestros tuppers, tomamos el sol y leímos, Martin sentado como mejor podía y yo tumbada apoyando mi cabeza sobre su regazo. 

Por la tarde te llevan a diferentes miradores y ves unas vistas increíbles, pero yo estaba muerta del cansancio y muy mareada. Así que no lo disfruté nada, esta parte no la volvería a hacer. 

Cocodrilo

Por la noche compramos unas salchichas de chipotle veganas en una tienda al lado de la chocolatería que he mencionado antes. Allí estuvimos hablando con unos chicos españoles y nos animamos a salir a tomar unas copas, fuimos al Café Bar Revolución que tenía música en directo, unos posh más tarde nos dimos cuenta que nuestra mesa era toda española y es más: nosotros éramos de Ibiza y los demás eran de Formentera y de Mallorca… el mundo es ya te digo yo un pañuelo de causalidades bonitas.

Cañón del Sumidero

Día 4: Maya Experience

Si preguntas en el free tour te pasarán el contacto de un guía muy especial, el único que tiene el beneplácito de los mayas para adentrarse en su territorio. Nosotros empezamos la mañana cuando nos recogieron en la posada del abuelo con una furgoneta que sería nuestro transporte durante toda la mañana.

La primera parada fue el pueblo de Zinacantán, allí nos explicaron algunas bases de la cultura maya y procedimos a entrar a una casa típicamente maya: las paredes de barro, la estructura puramente orgánica y una niña de 12 años sentada en el centro preparando tacos. Cristina se movía con gracia mimando los alimentos primordiales en su cultura; el maíz en su forma de torta. Cristina tenía los ojos grandes y mirada transparente, por las mañanas ayudaba a su familia con los turistas y por las tardes iba al colegio. El guía nos dijo “En una casa en la que la harmonía reine siempre hay tortillas calientes” y ahí estaba Andrea dominando el aura de su hogar, tan pequeña y tan poderosa. Detrás de mi cámara lloré otra vez, casi no podía disimular mis lágrimas porque todo me conmovió mucho. Luego nosotros hicimos nuestros tacos con lo que Cristina y su mamá prepararon sentadas en el suelo, para enraizarse a la tierra. Sus hermanas y tías estaban en el exterior trabajando con los telares de cintura y creando patrones preciosos, un bebe se alimentaba del pecho de su madre mientras esta trabajaba unos hilos de colores.

Cementerio

De la vida a la muerte. Nos llevaron a un cementerio, el más humilde que he visto en mi vida, allí se respiraba la esencialidad del ciclo “del polvo vienes y al polvo regresarás”. Y en un perpetuo silenció pedí permiso a cada paso para poder cruzar tumbas y aprender sobre la vida un poco más.

San Juan Chamula fue todo un reto, una iglesia católica se irgue escondiendo su interior: por un lado los santos católicos aguardan el lugar, por el otro las tradiciones mayas cobran vida. Telas invisibles de hojas de pino hacen de alfombra, pasarelas de velas iluminan el camino de sus feligreses y sacrificios animales (gallos y gallinas) son el idioma de unos dioses que han pasado por muchos pactos. La vegana en mí miraba a los ojos a los gallos, estos también buscaban en mi ayuda y no se la podía dar. No pude mirar su muerte pero me prometí seguir siendo activista, porque el amor los salvará y el mío ya lo tienen comprometido.

San Juan de Chamula

Comimos en Te quiero verde, se convirtió en uno de mis restaurantes favoritos junto al de la primera noche. Pasamos la tarde buscando todo los recuerdos que me moría por tener. Y es que pensé que a mas cosas pudiera llevarme más podría quedarme.

Día 5: No sé decir adiós

Nos despertamos pronto y desayunamos en la posada del abuelito mis salchichas favoritas de chipotle veganas con tostadas. Yo ya conocía a la familia que lo regenta y ya saludaba a Gabriel por las mañanas el hijo pequeño que rebosa felicidad. 

No sé decir adiós y siempre hago un drama de ello, probablemente algún día aprenderé pero por ahora Martin me agarra del brazo y me llevó a comer un bombón de maracuyá. Acabamos las compras que nos faltaban y fuimos a la estación de buses que nos llevaría directamente hasta el aeropuerto. Y allí dije adiós, no en realidad aún no he podido.

Cruz Maya

La guinda de la humanidad: La pequeña reunión de almas

Estaba sentada el último día en la tienda de las salchichas de chipotle veganas, deliciosas esperando a Martin que había ido a buscar una cosa en la Posada del Abuelito. Mi cara debía ser un poema porque el chico de la tienda me preguntó si estaba bien. Y yo pensando: cómo le explico sin parecer tarada que las emociones me han engullido aquí, no se habla de esas cosas. 

Y entonces empezó la reunión de almas, se dio cuenta de que me sentía conectada a este lugar y me dijo que él también había venido de vacaciones y que decidió quedarse. Que lo abandonó todo, incluso su trabajo por teléfono, plantó una semilla en mi cabeza, la posibilidad de quedarme. Me reí sola imaginando la cara de Martin al preguntarle si quería quedarse conmigo ahí de verdad. Pero al menos este chico había conseguido hacerme sonreír.

Entro una señora que yo llevaba viendo hacía días, paseaba con cinco perros obviamente sin correa porque eran super educados. Me contó que los iba rescatando y que si me quería quedar uno. La miré pensando “esta chica no me conoce no sabe que me lo plantearía de verdad” y ella me sonrío hablándome sobre la vida de ellos.

Yo ya me estaba montando mi historia en la cabeza cuando Martin entró al rescate de la Laia cuerda que tenía que coger un avión. Y me fui, pero que conste que el destino, el lugar y sus gentes ya me estaban montando una vida allí.

Un viaje por el centro de Europa

BERÍN – PRAGA – VIENA – BUDAPEST

Los viajes con amigas era una de las aventuras que yo ya sabía desde pequeña que quería hacer, mi primer viaje así fue durante el instituto con toda mi clase por las preciosas tierras italianas de la Toscana. El recuerdo que guardo es tan precioso y valioso que me aterra olvidarlo algún día, los viajes con amigos, a mi parecer son una exaltación de la amistad en momentos maravillosos, a veces ponen a prueba la misma amistad. Pero en general es una experiencia para recordar siempre.

Una vez pasados mis años de estudios, y una vez pude empezar a ahorrar dinero, una de las cosas que más me planteaba era cuándo podía empezar a viajar otra vez. Tuve la suerte de que a una de mis amigas le gusta viajar tanto como a mí, y también es muy aventurera, así que la idea de viajar no se quedó solo en eso, una idea, sino que ambas nos pusimos mano a la obra a diseñar el plan… y así fuimos tres mochileras por ahí.

A la izquierda Paula Tur y en el medio Paula Fresneda

Básicamente creamos nuestro propio Interrail de autobuses. Así que nos sentamos, planificamos nuestro viaje para Semana Santa y pronto salimos de viaje hacía una experiencia que nos enseñó mucho las unas de las otras.

Día 1: Dormir en el Aeropuerto

No sé en qué momento de alegría y motivación, un viajero decide dormir en el aeropuerto, pero yo creo que el ochenta por ciento de todos nosotros lo ha hecho en algún momento. Y estoy segura de que muchas somos las que nos hemos planteado en qué estábamos pensando cuando así lo decidimos. Son horas de estar incómoda, intentando encontrar un hueco donde posar las alas, apoyar la cabeza y proteger el equipaje. Pero bueno, la verdad es que a pesar de lo mal que lo paso durante ese momento, sigo tomando estas decisiones, porque una aventura es una aventura.

Día 2: Berlín for beginners

Nuestro vuelo salía de Ibiza hacía Madrid y allí pasamos la noche, entre dos columnas de no sé qué terminal, con chaquetas de colchón y maleta de cojín. Bien pronto por la mañana salía el vuelo a Berlín y el frío nos recibió con los brazos abiertos. Nada más dejar las maletas en nuestro albergue nos fuimos a tomar un café para poder aguantarnos de pie por lo menos un rato. Y nos dirigimos hacía el punto de encuentro en la puerta de Brandeburgo para nuestro free tour clásico. Nos pasamos dos horas paseando y aprendiendo sobre la economía alemana, el tercer Reich y otros hechos interesantes.

Berlín & the beautiful stranger

Al acabar nos paramos en el primer puestecito de Frankfurts que ponía vegan, que para mi sorpresa fue el primero que vi. Y allí comimos en unos pocos minutos y volvimos a disponernos a andar, caminando sin parar por algunas calles. No os doy detalles porque creo que lo mejor después de un free tour es perderse por las callejuelas y disfrutar de las vistas. Yo recuerdo unas calles enormes llenas de tráfico y edificios enormes que dejaban ver la importancia de la ciudad. De repente nos perdimos por calles pintorescas con pequeñas tiendas artesanales y navideñas.

Volvimos al hotel a darnos una merecida ducha y apostando si seriamos lo suficientemente valientes como para salir a cenar. Sorprendentemente hay batallas en las que el hambre gana al sueño y caminamos por el barrio judío – para mi gusto el más bonito que vi en la ciudad – y nos dirigimos hacía un restaurante vegano llamado Qn Vegan living, os lo recomiendo muchísimo, puesto que es el mejor vietnamita que he probado hasta la fecha. Las raciones son como diría Leo Harlem «de las que te miran a los ojos diciendo: uno de los dos no sale vivo de aquí», y es que el bol tiene el tamaño de mi cabeza. Las tres disfrutamos enormemente del caldito que nos protegió lo suficiente hasta poder llegar al albergue y dormir profundamente.

Día 3: El muro de Berlín

Nos despertamos y estaba nevando en la ciudad, nuestra habitación tenía un patio interior y los grandes ventanales nos daban una perspectiva bucólica de lo que Berlín puede ofrecer. La harmonía que presenta la naturaleza del norte con su nieve en contraste con la eficiencia de mujeres y hombres en trajes en las oficinas que compartían patio con nosotras. Nos abrigamos como creo que solo las isleñas sabemos hacer, aterradas por el miedo a congelarnos en el intento, a capas y en térmicas. Desayunamos rápidamente en el buffet del hotel que estaba muy rico y tenía unas opciones básicas para veganos.

Paula
Patio interior de nuestro hostal en Berlín

Y nos movimos en metro -cosa que hicimos durante todo el viaje-, hasta el Muro de Berlín. Recuerdo desde muy pequeña todo el peso que la segunda guerra mundial tuvo en mis lecciones de historia y durante mi adolescencia en el mundo del cine. Recuerdo a una muy buena amiga perder parte de su inocencia cuando fuimos al cine a ver El niño con el pijama de rayas. Y es por eso que cuando empecé a verlo, tan alto, tan de piedra, tan frío e imponente algo en mí se revolvió. Aunque ahora el muro este roto por muchas partes y decorado en arte, el peso de su historia le acompaña como un fantasma en búsqueda de su luz. Fotografié muchos de sus grafitis y yo salgo en alguno de ellos, pero claro, me sentí rara, pues no sabía qué sentimiento y con qué intención me hice las fotografías: ¿reivindicativas, casuales, para recordar…?

La nieve azotaba sin piedad y nos calamos hasta los huesos, pero para nosotras eso no era más que una increíble aventura. Cuando nos cansamos de recorrer el muro nos pusimos en búsqueda de una cafetería y encontramos el lugar perfecto, cómodo, hogareño, artístico y con un maravilloso café: Michelberger Hotel. Allí me senté con ellas a hablar, reírnos y a pensar. Durante todo el viaje lo único que reafirmaba era lo muy afortunada que era de tenerlas en mi vida y que yo había nacido para viajar.

Ese día estábamos muy cansadas pero decidimos hacer otro free tour, más dedicado al arte que nos llevó a estar muertas de cansancio. Nos dimos otra ducha rápida y fuimos a cenar cerca del albergue en un restaurante especializado en hummus, yo diría que la comida favorita de mis amigas.

Día 4: Un Aufidersen hacía Praga

A primera hora y sobre maravillosas butacas de tren viajamos hasta Praga. Recuerdo que nada más pisar el lugar el hechizo se activó: sus calles dejaron una muesca en mis ojos con sus colores naive y se posicionaron muy alto en mi ranking de ciudades donde viviría una vida bohemia y romántica.

Lo primero fue ir a nuestro hospedaje -Hostal Rosemary- donde creo que recordaré durante mucho tiempo la cara de mi amiga Pauli cuando vio la habitación. Un altillo con techo irregular y una ventana en el que daba a unas vistas preciosas de la humilde Praga. Lo primero que hicimos al llegar fue buscar un lugar donde comer y ahí fue donde Praga fácilmente se ganó mi corazón, una cadena de restaurantes estaba cerca del hotel Loving Hut y donde pude comer hasta reventar muchos platos veganos deliciosos. Ya no podíamos aguantar más nuestra impaciencia y nos perdimos por las calles del casco antiguo. Precisamente plagadas de luces, fiestas, puestecitos de joyas de ámbar, vino caliente y otras delicias.

Nos fuimos a dormir pronto, pues nos esperaban muchas aventuras.

Día 5: Praga

Nos despertamos, desayunamos y nos dirigimos hacía el free tour básico con el mejor guía de todos los tiempos (Liam – pero en la página web de Sanderman lo podéis encontrar como Hector). Nos dieron mucha información y, aunque más del ochenta por cierto se perdía por el camino, mis ojos lo miraban todo como si lo fueran a recordar para siempre. El resto de la noche la pasamos perdidas por callejuelas, bebiendo vino caliente, comiendo pinchos de patatas fritas y comprando joyas de ámbar especiales. Nos fuimos a dormir pronto, pues al día siguiente nos esperaba otra aventura.

Día 6: El campo de concentración de Terezín

Me desperté muy nerviosa, y la verdad es que de por sí ya soy una persona muy sensible, así que ir a ver un campo de concentración me ponía aún más nerviosa. Si eres como yo, Terezín es un buen lugar para visitar y crear conciencia colectiva responsable porque no fue un campo de exterminio. Aun así la energía es densa como si se liberase a cuenta gotas.

Contratamos esta excursión con el mismo guía el día anterior en la compañía SANDEMANs – Tour campo de concentración de Terezín-. El punto de encuentro siempre es en la plaza de la Ciudad Vieja. Allí te hacen una pequeña introducción sobre qué esperar y te llevan hacía el autobús. Un recorrido aproximadamente de 1 hora te deja en las puertas de la otra cara de Chequia, una más austera y reflexiva, donde me sentí transportada por el tiempo. Y entonces cruzamos la famosa frase que coronaba todos los campos de concentración Arbeit macht frei (el trabajo te hará libre). Recorrimos las calles, las habitaciones, los baños, plazas que preferí no saber para qué eran y el crematorio. Durante la excursión hicimos una parada para comer y sinceramente no me entraba la comida. Llegó un punto de la excursión en la que ya no quería seguir viendo, no porque el lugar sea desagradable sino por otros mil motivos indescriptibles. No quiero hacer un discurso sobre algo implícito en nuestra sociedad del que yo no viví nada. No creo que conozca el tema suficiente.

Pero es una excursión que merece la pena, sobre todo porque es una experiencia única de la que uno sale ileso, pues la sensación en mi caso se fue con el paso del día y dejó una sana consciencia de los errores humanos. Otra cosa que me dejó estupefacta son las fotografías selfies que las personas se hacían en el lugar, no creo que sea un lugar donde hacerse ese tipo de fotografías sonriendo. En mi caso no pedí ninguna foto de mí, ni le hice ninguna a mis amigas, solo fotografié el espacio como si mis ojos no lo pudieran creer y pidiendo permiso a la energía que queda para poder compartir dicha consciencia.

Esa noche fui a buscar un pedacito de tarta dulce en Loving Hut de chocolate y plátano y nos fuimos a dormir a un hotel diferente, que no merece la pena que os recomiende.

Terezín

Día 7: Praga – Viena

Con un nuevo día, una nueva aventura, volvimos a contratar un free tour con el mismo guía, esta vez especializado en El Barrio judío. Después vivimos otro experiencia – Tour por el Castillo de Praga– muy amena y repleta de historietas tanto interesantes como divertidas. Una de las cosas que me quedaron pendientes fue visitar el teatro de sombras pero eso lo haré más adelante. Unos minutos más tarde del último tour corrimos a ver el famoso Puente de Carlos.

Comimos en un sitio vegetariano delicioso con opciones veganas llamado Maitrea y degustamos unos platos deliciosos (yo tenía tanta hambre que no me fijé bien en el menú y no vi que tenía queso) a veces estas cosas pasan y como vegana he de decir que me sentí fatal cuando me di cuenta, pero son cosas que le pasan una y no se tiene que sentir mal por estos errores, aunque en ese momento si lo sentí así.

Por la tarde un autobús nos llevó hasta Viena y el contraste era increíble, la humildad de la antigüedad de Praga choca abruptamente con la elegancia y exuberancia de la antigüedad vienesa. Pero ya era de noche y la ciudad dormía plácidamente así que nosotras nos camaleonizamos rápidamente en ella.

Praga desde el castillo

Día 8: Vienna

Dos horas. Ese fue el tiempo que torturé a mis amigas entre calles de Viena para encontrar un lugar que sirviesen algo vegano. Pero al parecer ninguno de los lugares del centro que Happy Cow App -mi fiel aplicación para encontrar rápidamente lugares deliciosos veganos alrededor del mundo- me marcaba estaban abiertos para la hora del desayuno. Acabamos en una cafetería yo tomando un café solo – porque bebida vegetal no tenían – y una mustia tostada de mermelada – obviamente sin mantequilla-. Pero era feliz porque estaba sentada delante de un cuadro de mi adorada emperatriz Sissi.

Cuando tenía seis años los Reyes Magos me regalaron una colección de las películas de Rommy Shneider con su famosa Sissi. Tres películas que marcaron profundamente mi infancia y que me transmitieron muchos valores. Viena para mí no era un simple destino más, era estar cerca de la princesa que me acompañó durante muchas horas en mi infancia.

Pero esto viene más tarde, el primer día soy fiel a los free tour, en este caso solo encontramos una empresa que los ofertaba, y la calidad de dicho tour distaba de ser divertida pero es lo que había. Acabamos exhaustas y no muy felices con el recorrido pero a la par estábamos hambrientas, así que nos paramos a comer en un bar de estudiantes cuyo nombre ahora no puedo recordar.

Día 9: Sissi

Me levanté revolucionando a mis amigas, a esta parte de la historia ya podéis haceros una idea de la paciencia que tienen conmigo. Pero nada podía pararme, hoy iba al Palacio de Shönbrun, residencia de verano de Sissi y además su favorita de Viena. Mis amigas me dejaron en la puerta como un padre o madre deja a su bebé en el cole, estaban hartas de mis saltitos y ellas no querían ver el palacio por dentro.

Pero esto solo fue una maravillosa manera de conectar conmigo misma a solas, en un lugar que había significado mucho para mí. Me pareció una experiencia perfecta para vivir a solas, de hecho no lo hubiese querido de otra manera ya que me paré ante una réplica/maniquí de Sissi embobada pensando en cómo me emocionaba ver las películas. Creo que me impacto mucho cuando vi el maniquí que tienen de ella a espaldas, con una peluca que representa su pelo, y me quedé allí absorta un ratito. Así que mientras yo recorría los pasillos y habitaciones del palacio ellas paseaban por sus jardines.

Te das cuenta de que tu obsesión con Sissi es demasiada cuando sabes más que el guía que acompaña a los turistas. Yo iba andando a mi ritmo acompañada por la audioguía y mirándolo todo con ansia. De vez en cuando escuchaba a los guías decir datos que yo sabía con más precisión – o eso creo yo-, entonces me reía sola.

Al salir mis amigas fueron a ver otros monumentos de interés y sus edificios alternativos mientras yo fui hasta el Palacio de Hofburg, es decir, el castillo de invierno de los emperadores. En otras palabras, fui a ver el segundo chalet de Sissi. En este todo era más sobrio y a mi parecer más triste, pero si te gusta mucho el tema vale la pena. Y entonces descubrí la joya de la corona y no me refiero a un collar de diamantes de la emperatriz, sino a una panadería en el metro de Viena, justo en el centro, que tienen la mitad de su oferta vegana. Vi el cielo y agradecí no vivir allí por miedo a exceder los límites de hidratos saludables.

Viena es preciosa, como diría mi madre muy limpia, creo que cualquier persona que disfrute de la limpieza y la blancura Viena puede darle mucho placer visual. La arquitectura deja claro que en su historia han tenido tiempos de riquezas y que en su momento fue un lugar muy importante y referente en Europa.

No tengo muchas fotos de esta etapa puesto que fue casi un viaje espiritual, las flores de las mariposas son de un invernadero que hay en el centro. De hecho yo pensaba que era una zona de recuperación de mariposas, pero cuando entré me puse muy triste, solo vi que criaban mariposas en cantidades grandes para soltarlas en el invernadero y así atraer turistas. Vi muy poco respeto de los padres de los niños al dejar a estos jugar con las mariposas hasta el punto de arrancarles las alas. Más triste me pareció ver cómo estas pobres almas voladoras se chocaban contra los cristales en búsqueda de la libertad.

Os dejo un trailer de las películas que yo miraba de pequeña para que me podáis entender mejor:

Una de las cosas que disfruté durante el viaje fueron los autobuses de un lugar a otro. Son pocas las veces en mi vida en las que tengo tiempo de escuchar música mientras me muevo de un lugar a otro. Con la vista perdida en el infinito me relajé pensando en mis cosas e imaginando otras me sumí en una paz interior que solo paraba cuando hablaba con mis amigas o me tomaba un tentempié. En algún momento de la tarde/noche llegamos a Budapest y usamos la conexión del metro hasta nuestro hospedaje -Metrópolis Hostel-. No tardamos en ir a dormir, pues no os voy a mentir, mientras pasaban los días también aumentaba nuestro cansancio, no dábamos tregua y caminábamos mucho a lo largo del día.

Día 10: Buda

Lo primero que debería explicar es que Budapest se divide en dos partes, Buda y Pest, ambas siguen una línea común pero tienen grandes diferencias. Mientras Buda es donde la vida pasa, Pest parece el Olimpo que la reina desde la historia y el olvido, pues la vida allí pasa silenciosa, a diferencia de su hermana.

Buda desde Pest

Como ya sabéis lo primero que hacemos al llegar a una ciudad fue recorrérnosla en compañía de un guía free tour. Nos contaron tantas historias que desconocíamos, que nuestra fascinación nos llevó a reservar otro tour para el día siguiente donde veriamos Pest y su fortificación. Después de ver lo que yo apodé como miles de ángeles caídos – esculturas, monumentos, memoriales, entre otros-, pues lo cierto es que Budapest tiene una carga histórica bastante grande y me sorprendió la poca importancia que se le otorgó en mis clases de historia.

Después de pasear con increíbles historias reservamos el tour de historia judía y nos fuimos a cambiar dinero (no tengo mucho qué decir a este tema, yo me dejaba aconsejar por los guías y cuando podía pagaba con tarjeta). Paseamos por las calles de Buda cercanas a nuestro hotel, mientras mis amigas paseaban por algún mirador yo sentía la necesidad de estar sola otra vez. Así que me fui a un centro comercial Corvin Plaza, siempre me ha dado la impresión de que son lugares donde te sientes acompañada respetando tu momento en solitario. El día acabo en el hotel durmiendo profundamente y listas para el próximo día.

Día 11: El día autóctono de Buda y Pest

Me enamoré este día de esta ciudad. Nos despertamos pronto para empezar un tour sobre la cultura judía en tiempos de comunismo. Cuando vas a un campo de concentración te esperas una abrumadora información, cuando vas Berlín esperas oír hablar sobre Hitler, pero cuando vas a Budapest no te esperas las importantes historias que te van a contar.

Durante este tour escuchas hablar en una primera parte de la historia más triste que la sociedad judía vivió en esta tierra. Después de un descanso Rubik y Sissi entran en escena calmando los sentimientos y, añadiendo bonitas anécdotas, te enseñan la parada de metro más antigua de Europa y majestuosas construcciones arquitectónicas y la vida cultural que ha vivido esta ciudad.

A la hora de comer nos recomendaron ……. creo que la comida era exquisita, más abajo haré la crítica. Volvimos a la última parte del tour entre jardines frondosos donde te explican las historias más intelectuales y a la vez te cuentan algunas que te van a aterrorizar.

Después de este intenso tour nos fuimos a los famosos Balnearios Széchenyi, he de decir que mis expectativas fueron muy altas y cuando llegué me llevé una leve decepción. La estructura me parecía que necesitaba una reforma pero no me arrepiento de ir, es una experiencia muy típica del lugar y después de tanto trote La Paz sienta muy bien.

Día 12: Pest & Ruins

Nos despertamos exhaustas, era el último día y se notaba, usamos la mañana para hacer compras de última hora y a comer como era debido. Pero la calma duró hasta el mediodía, nos fuimos pronto al último tour – Pest-. Después de subir una rampa Pest se desconecta de la energía de Buda. La sensación en mi opinión fue muy diferente. Una calma antigua y desconocida por mi hasta entonces me entro por los ojos, lo respiré en el aire, caló en mis poros y me quedó en mis huesos.

Reconozco que no recuerdo mucho de la historia de este recorrido, pero hubo una que se me marcó en la memoria. En la parte alta descansa lo que creo que es un palacio, pero lo que la gente no suele saber es que muchos años atrás descansó uno más antiguo, más grande y mejor. Era un castillo tan maravilloso que se dice dejaba sin palabras a sus visitantes, abrumaba a muchos y un fatídico día sus cimientos ya no estaban. Me quedé en trance durante mucho rato intentando imaginar cómo era ese castillo, pues que yo sepa es un misterio hasta para los historiadores.

No me desperté del ensueño hasta que me tomé un bocado dulce en una pastelería que había sido la favorita de Sissi. Incluso me encontré con una situación incómoda de conflicto que también la emperatriz se encontró, pero en mi caso aprendí de su error y no hice nada. Las vistas desde Pest sobre Buda quitan el aliento.

Por la noche cenamos en un restaurante vegano que Happy Cow nos recomendó y finalmente también nos fuimos de fiesta. En este punto del viaje y teniendo en cuenta que nos levantábamos muy pronto con fiesta me refiero que salimos a las diez de la noche y a las once y media ya estábamos boqueando en la cama. Pero no nos podíamos ir sin ir a los bares de ruinas, un lugar precioso, caminaba por cada pasillo y no me daba la vida para fijarme en cada pequeño detalle decorativo.

Día 13: Nos fuimos

Pronto por la mañana digimos adiós a una experiencia que no tiene palabras lo suficientemente explícitas para que yo os las cuente por aquí. Encontrad vuestro camino por el centro de Europa, todo recto siguiendo nuestro camino también se encuentra el paseo hacia el centro de tu corazón.

La guinda de la humanidad

Hubo muchas guindas en este viaje, la comprensión de mis amigas por mi manera de comer vegana, los momentos que pasé a solas en calles desconocidas, con ese puntito de «miedo a perderse una» y un «qué libre y valiente me siento».

En Berlín aprecié la importancia de un bol de sopa caliente en los labios cuando has pasado mucho frío todo el día y lo maravilloso que es estar aburriéndote del abrumador tráfico de la ciudad y de repente estar en un barrio al que me mudaría mañana con alguna tienda de navidad. En Praga disfruté lo bonito que es hacer buena conexión con el guía y sentir que es un amigo el que te cuenta los misterios y la historia de ese lugar mágico. En Viena fue ese momento que compartí con otros seres humanos mi admiración por Sissi o esos minutos a solas mirando embobada su espacio. Y en Budapest fue sentarme con mis amigas un rato a hacerme las uñas, cosa que yo no había hecho nunca.

Me fascinó la experiencia en sí, sentir que todo era irrepetible y que muchas cosas habían sido inimaginables. Lo cierto es que no fue el contacto con los locales a lo que me refiero en esta guinda de la humanidad, sino los ciudadanos de hace muchos años que dejaron el espacio así y que me ha permitido sentirlo todo con tanta intensidad.

Michelberger Hotel

Ahora es tu turno.

Shetland Islands

Lerwick

Puede que su nombre no te suene en absoluto, para mi fue todo un misterio hasta que llegué a su puerto. Pero el desino es caprichoso, las mareas pueden llegar a ser pruebas sorprendentes y de un momento a otro tu vida puede ser como una metáfora de Jacinto Benavente. La capitana de mi barco, -y hablo en tercera persona porque a veces parece una extraña buscando y anelhando cosas que desconoce la simple y sencilla mortal en mí- dedicó parte de esta etapa escocesa a la búsqueda de la magia. El sentido del misticismo de la naturaleza, y la conexión que sentía hacía un lugar en el que nunca he estado antes. Lo primero que buscamos Martin y yo durante lo que yo llamo la etapa escocesa fueron experiencias folclóricas reales, auténticas y escondidas. Creo que en esos lugares escondidos se esconde la magia más ancestral, y si esa canción del alma también os llama este viaje puede ser para ti.

Una experiencia real que nos ofrecieron el primer día en la oficina de turismo fue exactamente eso, un festival vikingo que aviso desde ya, si quieres ir este año ya vas empezando tarde. Pero no te preocupes siempre que se quiere se puede, eso me dije y aquí os puedo explicar por qué fue tan especial.

Historia del Up Helly Aa

No se fechas exactas porqué ese nunca fue mi fuerte, y esta información pasó como se hizo antaño de boca a boca por nuestra anfitriona en la isla. Ella era menuda, pelo castaño, tez pálida y sonriente, fue como una tía que viene a contarte la historia antigua de tu sangre y yo me la creí.

«Este festival se creó después de la Segunda Guerra Mundial, nuestros hombres volvieron de la guerra tristes y desanimados, habían perdido muchos amigos y nosotras que nos quedamos en tierra reanimamos este festival en su honor. Los hombres son los protagonistas porque a nosotras nos encantaba sentarnos y verles divertirse entre ellos y, a su vez ellos se sentían admirados por nosotras. «

Parecía muy lógico que ellos volviesen a sus raíces vikingas para curar un presente tan duro y violento con una violencia más peliculera y vista desde un punto de vista más lejano. Y eso que empecé la experiencia un poco intrigada porque las mujeres no pudiesen participar, pero su explicación me dejó sin palabras, a día de hoy aún. Amor hacia el prógimo, y acalló las palabras que retumbaban en mi mente.

Up Helly Aa

Dieciséis años de espera, seis años de cuidados, un año de preparación y un día de gloria.

Este festival representa la llegada y asentamiento de los vikingos en la isla, o eso entendí yo. Y eso es lo que ellos reclaman y representan ese día.

Hay una lista de espera de 16 años para cualquier hombre de las Shetlands que desee ser el Jarl que sería como el jefe/rey de los vikingos. Alguno de ellos se deja crecer la barba durante seis años con la intención de mostrar a los demás su imponente hombría. También el Jarl decide quienes serán su main squad, sus guerreros principales que desfilaran con él y le protegerán hasta su muerte. No hace falta que os mencione el honor que implica ser el hombre del año, pero durante ese tiempo los preparativos son intensos: vestimenta de la época, canción-lema, identidad y la galera que crean durante un año y queman el último día.

Pero esta legión de hombres no está sola, unos novecientos hombres más se unen a este desfile de testosterona. Supongo que todo el censo de hombres mayores de edad y algún joven. Durante el gran día todo el pueblo y pocos turistas se centran en captar esta fuerza de la unión que dura hasta bien entrada la madrugada del día siguiente. Una vez el sol sale de nuevo, otro Jarl ha nacido.

Main Squad 2018

Fechas del evento

El último martes de cada enero es el gran día. Las Shetland Islands se llenan de gente de los alrededores y algún turista fan de alguna Saga o serie vikinga se reúnen allí a celebrar el folklore del lugar. Me incluyo en entre ellas.

Me parece un buen momento para deciros que todo se alquila, reserva y adquiere con mucho tiempo de antelación. Nosotros tuvimos bastante suerte, pero no os voy a mentir, dedicamos mucho tiempo a buscar las cosas.

Lerwick

¿Cómo llegar?

Hay dos opciones, la más aventurera y barata y la más rápida y cara.

Obviamente escogimos la primera y es una de mis experiencias más explicadas en cenas con amigos. Un Ferry – https://www.northlinkferries.co.uk – desde Aberdeen te lleva durante 14 horas por la noche hasta Lerwick la capital. Hay tres tipos de acomodaciones, butacas normales, butacas en una sala más privada un poco más cómodas -esa fue nuestra opción- y camarotes. Si la mar esta en calma supongo que debe ser bastante intenso – ya que es el Mar del Norte y se mueve bastante por naturaleza-, nosotros nos encontramos con que había tormenta. Y os lo prometo, la humanidad entera del barco nos encomendamos a Odín de verdad. Martin meditó para que sus espaguetis no saliesen de su cuerpo, yo no tuve tanta suerte. Bajamos del barco aparcamos y empezamos a respirar a ver si nuestro cuerpo se estabilizaba y pensé que el Papa de Roma debió de empezar su costumbre de besar el suelo al aterrizar, seguro cuando vino a estas islas.

Una hora más tarde fuimos a desayunar a un bar maravilloso del que más abajo haré una crítica gastronómica y compartimos mesa con dos mujeres, una de Canadá y otra de EEUU. Mientras Martin comía una buena tostada, yo ahogaba mis penas del mar anclada a una taza enorme de café. Ellas nos dijeron que también tenían reservado el Ferry pero al enterarse de la gran tormenta escogieron la segunda opción. Un avión desde Glasgow puede llevarte hasta el pequeño aeropuerto de Lerwick, más caro seguramente pero mucho más rápido.

He de reconocer que no cambiaría nada, lo pase mal en el barco, sí, pero tengo una maravillosa historia que contarles a mis nietos si alguna vez los tengo. De cómo su abuela un día navegó con seres mitológicos que creaban unas olas tan grandes que el barco se estremecía ante los gritos de Odín. ¿Poético verdad?

Puerto de Lerwick

Itinerario

Nosotros nos tomamos cinco días tranquilos para esta aventura con mi coche, si no tenéis os recomiendo totalmente alquilar uno o no podréis moveros por el lugar. He pensado mucho en si compartir esta experiencia o no, porque fue tan auténtica que da un poco de pena que llegue a muchos ojos lectores. Pero por esto escribo estas líneas, para pedir amor y respeto por esta cultura y lugar. Si finalmente te decides a caminar por sus calles, escuchar sus gritos de guerra y catar los últimos trazos del alma folklore hazlo como un buen somelier, con respeto.

Día 1: Las tierras altas escocesas

Nosotros viviamos en Edimburgo, así que cada vez que teníamos una excusa aprovechábamos para escapar al norte y descubrir más de los salvajes campos, montañas y bosques. Salimos con el coche ruta norte.

Básicamente paramos en el lago Morlich y hicimos una ruta de una horita por su alrededor.

Finalmente llegamos a Aberdeen y subimos directos al ferry, no sabíamos que habían opciones veganas en el barco así que íbamos bien cargados de comida. Pero para que lo sepáis podéis pedir explícitamente comida de origen vegetal sin problemas. El Ferry llegó a puerto sobre las seis de la mañana, aparcamos en el supermercado Tesco y compramos comida básica para los próximos días. Al lado del mismo Tesco esta el restaurante más maravilloso de la isla del que hablaré más tarde, disgustamos un rico desayuno, mantuvimos una interesante conversación con dos mujeres con las que compartíamos mesa y nos organizamos para explorar un poco la isla. Con calma para que las aguas de nuestro interior se mantuviesen pacíficas.

Empezamos por el faro Sumburgh, un viento salvaje azotaba desde lo alto, una sensación fría que caló en mis huesos, se llevo todo consigo, mi malestar por el viaje, mis enfados por la vida y solo me dejó mi esencia. Profundo sí, pero real durante un rato, fue un pequeño regalo de la vida. Muchas gaviotas se escondían entre las rocas de los acantilados, acurrucadas en parejas, Martin y yo dimos una pequeña vuelta y volvimos hacía el norte de nuevo.

La casa más antigua conservada en la isla
(de camino al faro)

Fuimos hasta la isla de Saint Ninian’s que los escoceses a veces usan como expresión de asombro como nosotros diríamos o, mejor dicho nuestras abuelas en España dirian «Por la Virgen» o «Jesús, María y José!». Aparcas donde puedes y llegas a una playa, un estrechamiento de mar por los dos lados deja un pasillo de arena que conecta la península con la isla y me recordó a Illetes de Formentera pero a lo salvaje. Estuvimos un rato allí jugando con la cámara, las conchas de las orillas y la sensación de estar entre dos playas.

Como ya he remarcado bastante, es difícil encontrar hospedaje, nosotros empezamos a finales de Noviembre y tuvimos que escoger dos hoteles diferentes. El primero fue en Sandwick, un pueblecito muy pequeño costero, más que un hotel parecía una casa con derecho a hospedaje, https://www.orcacountryinn.com un señor mayor lo regentaba con mucho cariño. Martin se pasó horas hablando con él sobre el todo y la nada, la vida y el después. Su cocina es profesional y estás invitado en ella, la nevera esta dividida por habitaciones así que puedes guardar cómodamente todo lo que necesites y tienes derecho a cocinar en ella siempre y cuando la dejes limpia después. Con suerte verás a otras personas y te relacionarás con otras culturas.

Esa noche me mantuve despierta, mirando la ventana y esperando una alerta del móvil para cumplir un sueño – ver una aurora boreal-. El bip del móvil me sobresaltó, debían ser las dos de la madrugada, 23% de posibilidades, más de lo que había conseguido hasta ahora, salté de mi cama, me enrollé en una manta y arrastré a Martin escaleras abajo para ver el gran festival de luces. Nuestra sorpresa, no había auroras pero si nieve, mucha además, me resbalé en mi euforia y me deje la motivación escarchada en el suelo. Estábamos perdidos en un pueblo muy lejos de todo, en una calle vacía de un pequeño pueblo nevado, y Martin y yo tirados en el suelo riendo a carcajada limpia.

Día 2: Las islas del norte

Puse música clásica, la luz azulada invadía la nieve con un aura especial, fuimos más al norte de la isla y proseguimos con dos Ferries hasta las islas más al norte posible, Yell y Unst, la nada nos invadió- mucho campo, pocas casas y su todo nos llenó, pues esencia pura era lo que rondaba en esas tierras altas . En Yell vimos una galera vikinga y en Unst hicimos una caminata poco más de de dos horas, bastante sencilla, y os voy a explicar lo que sentí.

Replica de un barco vikingo

Las brumas nos recibieron a media montaña, los campos estaban cubiertos de un dorado tenue, mate con reflejos fríos de hielo y nieve. Los primeros quince minutos me dediqué -para desesperación del paciente Martin- a saltar los charcos congelados de hielo. El placentero crujido era adictivo para mí, Martin me miraba riéndose amorosamente diciéndome lo niña pequeña que podía ser a veces. Andamos montaña arriba y seguimos un riachuelo que se escondía en una pequeñita «cueva», me sentí llamada y me senté dentro tomando y fotografiando las estalactitas de hielo que se formaban sobre la hierba que colgaba de los bordes. Me pareció perfecto y puro el maravilloso contraste entre la luz y la naturaleza. Llegamos a una pasarela de madera -cuidado por favor que resbala más de lo que parece – ahí fue mi turno para reírme, mis botas de montaña resultaron más estables que las de Martin, y se pasó medio camino enganchado a mi brazo con piernas de gelatina. Pude imaginarnos como octogenarios aguantándonos mutuamente un día cualquiera. Paramos a admirar los pequeños riachuelos que se formaban – una capa de hielo superior congelada y burbujas de aire que mostraban cómo el agua corría bajo esa superficie-. Llegó un momento increible de vértigo, he subido más alto en mi vida pero, os prometo que la sensación fue embriagadora, un acantilado no tan alto como se percibe se planta como el final de las Shetland Islands. Os prometo que mi deseo era el de ponerme a andar con cuatro soportes porque tenía miedo a que el viento me llevase para siempre a otro lugar. Me planté allí, miré a Martin y le pregunté «Si me tirase al agua y, sin contar corrientes, siguiese en línea recta llegaría al Polo Norte?» Él se rió un poco ante mi pregunta, pues él es muy lógico en todos los aspectos y sabe que es imposible hacer lo que digo, pero entendió mi intención y asintió con la cabeza. Volví a mirar hacía ese infinito, y me imagine cómo sería llegar nadando hasta un playa de hielo que poco a poco y tristemente se está derritiendo. Quería llorar de la emoción y de la pena.

El cielo respondió, o eso me gusta creer, ante mis anelos pues me quiso regalar un pedacito de ese norte. Copos de nieve resbalavan sobre mi pelo, mis manos, y aterrizaron a mis pies, nos pusimos en cuclillas a mirar cada copo y por primera vez pude apreciar esa estrella que son de verdad. Finalmente y aunque sabiamos que podíamos ver ballenas – que no vimos-, satisfechos y contentos volvimos a tiempo para ver el sol ponerse entre tonalidades rosadas reflejadas en los charcos de hielo.

Volvimos a Lerwick, nos perdimos entre calles preciosas y su puerto me recordó al Polo norte y cómo me lo imaginaba yo. Me colé en una tienda muy llena de antigüedades y me sentí agradecida por la experiencia que nos esperaba mañana, el Up Helly Aa. Nos sentamos a tomar un vino mientras observábamos la inmensidad de la oscuridad, llamamos a nuestro futuro hotel para al que íbamos la siguiente noche para ver si nos podían conseguir entradas para uno de las Halls. Lo explicaré más adelante, es la parte más dificil de conseguir pero en este hotel te ayudan a entrar y gracias a ellos la experiencia fue completa. FInalmente volvimos a Sandwik a dormir.

Día 3: Up Helly Aa

La mañana era fría, nevada y reflexiva, pero se cocía una emoción en el aire muy divertida. Aparcamos en Lerwick a eso de las diez de la mañana, los niños salían de excursión de sus colegios directos a experimentar el festival. Y de repente se oían sus gritos, se escuchaban sus pisadas sobre la nieve. El Jarl con el pecho hinchado de orgullo a más no poder caminaba por las calles, motivando a sus guerreros a seguir con alegría. Hasta la plaza principal donde leyeron su manifiesto y prosiguieron su camino. Mi metro sesenta y dos en el norte se queda corto para llegar a las mejores vistas en fotografía, pero para escabullirme hacía el siguiente destino entre los cuerpos de la gente, es maravilloso. El final del puerto es donde la galera construida reposa, el main squad se posiciona en ella y miles de flashes brillan como estrellas imortalizando el momento.

Fuimos directos a nuestro segundo y último hotel https://www.stmagnusbayhotel.co.uk, estaba bastante lejos, perdido en el monte, entre montañas nevadas. A una hora de Lerwick, – debéis saber que todo el festival sucede en Lerwick-, era una enorme casa de madera y nuestra habitación era el ático, muebles antiguos y telas inglesas decoraban el ambiente. La anfitriona nos recibe y nos trae tés y pastas a la habitación con una preciosa vajilla antigua, fuera hace frío pero nos sentimos muy bien resguardados. Me senté en un butacon taza en mano, finalmente me fuí a hacer una buena siesta para poder trasnochar hasta tarde. Al despertar me puse mil capas de ropa – intentando estar elegante- me hice una trenza vikinga y unos pendientes muy ambientados, no tacones finos – está prohibido para los halls- y un poco de maquillaje. Y nos dirigimos a Lerwick otra vez a ver el último desfile.

Llevaba más capas que una cebolla, aparcamos muy bien y a tiempo – porque como he dicho anteriormente no hay muchos turistas- y seguimos los gritos hasta una plaza donde la galera que esta mañana se fotografiaba ahora, esperaba ser quemada. Novecientos hombres, divididos en diferentes grupos y encabezados por el main squad paseaban con tantas antorchas como hombres había. Crearon una espiral circular alrededor de la galera y la quemaron al ritmo de canciones de la época.

Más tarde y mil fotos después nos dirigimos a nuestro hall. Os voy a explicar cómo funciona, hay unos 12 halls si no recuerdo mal, son hoteles, recintos y asociaciones que ceden el espacio para este evento – hay que pagar pero el dinero luego se utiliza para que el próximo año se pueda volver a celebrar-. Cada grupo del pueblo organiza esos lugares con comida, una banda ceilidh, zona para beber y pista de baile. Es muy difícil que los turistas entren porque es algo muy organizado íntimamente, pero si consigues entrar son muy hospitalarios y te hacen sentir muy acogidos. Durante la noche hay una tabla organizada, los novecientos hombres que antes paseaban con antorchas se dividen en sus grupos de amigos – que comparten disfraz y coreografía- y por turnos un autobús privado los lleva a cada hall. Desde bien temprana la noche hasta bien tarde de la madrugada los halls están llenos de gente bebiendo, comiendo, bailando al son de la banda del lugar mientras esperan al próximo grupo de hombres hacer su espectáculo. Todo el mundo aguanta hasta tarde, nosotros hasta cuando el alma no nos daba para más, pero no es para nada aburrido, pues siempre estás entretenido bailando sus danzas folklóricas o bien disfrutando del espectáculo de los vikingos del lugar.

Al salir la noche era fría, Martin y yo estábamos muy cansados y miramos el cielo en busca de alguna aurora boreal. Pero cómo había nevado las nubes ocupaban el cielo y no tuvimos ese regalo. No hace falta mencionar el gusto que sentimos al llegar al hotel, en nuestra habitación calentita, con un pijama grueso y un sueño profundo.

Día 4: El despertar

Un nuevo Jarl había nacido, no sabíamos quién era pero le deseábamos suerte. Nos despertamos hacía las diez de la mañana y bajamos al salón del hotel, con sus paredes de madera y ese maravilloso olor a café recién hecho. Había un maravilloso desayuno que podías adaptar para que fuese vegano. Todo el mundo en el lugar hablaba sobre la noche anterior y Martin y yo nos mirábamos sintiendo que había sido un sueño y preguntándonos cómo esa experiencia podía haber sido tan especial.

Nos despedimos de la anfitriona y le dimos las gracias por tan maravillosa experiencia en el hall. Allí nos explicó los orígenes del festival y su opinión acerca de la experiencia. Dimos un paseo en coche por esa parte de la isla y después volvimos a Lerwick y paseamos por sus calles, no había ruido, todo era silencio la ciudad estaba reposando la emoción. Algún vikingo y vikinga seguía de fiesta son sus disfraces y nosotros nos refugiamos del frío en una cafetería preciosa Aa’ Fired Up, donde una familia se sentaba a tomar un chocolate mientras pintaban cerámica. ¡Qué maravillosa idea, poder pintar y tomar una bebida caliente!

Por la tarde volvimos a mi restaurante favorito me tomé un chocolate caliente porque me sienta como un buen abrazo reconfortante y, medité sobre mis emociones en ese momento. ¡Qué mal se me daba decir adiós! Volvimos al temido Ferry, esta vez me aseguré de cenar ligero y comprar algo que me dejase lo suficiente relajada como para vislumbrar Valhalla. En Boots una especie de farmacia, nos vendieron unos parches que me facilitaron mucho el viaje.

Día 5: The End

Cuando llegamos al puerto de Aberdeen – esta vez muy pacíficamente- la melancolía nos embargó, demasiadas emociones, muchos momentos bonitos, únicos y originales que no se iban a repetir. Además esa tarde trabajamos y teníamos que llegar a Edimburgo a tiempo, así que supongo que también nos daba un poco de pereza.

Crítica gastronómica vegana

Fjara Cafe Bar: El mirador

Después del terrorífico paseo en barco decidimos que necesitábamos tomar algo para calmar nuestro cuerpo. Este lugar era el más cercano y el más prometedor de la isla. Está al lado del mar y cuando abres sus puertas un increíble olor a café recién hecho y bollitos horneados acarician la nariz. Estaba bastante lleno, así que compartimos mesa al lado del gran ventanal que daba hacía el mar, nuestras compañeras de mesa ambas de América del Norte nos dijeron que era un lugar donde podías ver ballenas. Así que ya os podéis imaginar hacía donde miraba yo todo el rato.

Al final Martin y yo nos motivamos tanto que nos pedimos un desayuno típico inglés vegetariano sin huevo. Así que disfruté de las típicas alubias en salsa de tomate, su sabor rozaba la acidez del tomate con la dulzura de la alubia, y curiosamente al cuerpo le sentó genial esta combinación. Los champiñones Portobello me gustan muy hechos y en este lugar los hacían al punto, pero aún así estaban bastante buenos. El aguacate y tarta típica de patata acompañaban los sabores predominantes que ya he descrito. Me encanta poder jugar con las tostadas de pan y todos los demás ingredientes, decidir qué sabores quiero mezclar y en qué orden y cantidad. Es una experiéncia más que un desayuno, te da tiempo de mirar por la ventana en busca de ballenas y de hablar con tus compañeras de mesa. Un café americano era la guinda del pastel, de hecho siempre que mi estómago está revuelto a parte de la rigurosa infusión, el café -su cafeina mejor dicho- bloquea las ganas de vomitar, este truco me lo enseñó mi abuelo cuando se puso enfermo. Y estas son enseñanzas que él me dió y que llevo conmigo siempre, pues el café me sentó de maravilla.

Me sentía tan a gusto en el lugar que no tuve prisa por irme, mientras yo montaba el itinerario en mi móvil Martin salió a pasear por la costa. Luego cuando estuvimos los dos preparados nos pusimos en marcha.

Pero fue justo esto que hizo de este bar un lugar que mencionar aquí, simplemente me hizo sentirme tan a gusto que no me quería ir.

La guinda de la humanidad

Nosotros dos estábamos sentados en el hall mirando a nuestro alrededor intentando encontrar nuestro lugar. Desde el momento que entramos una señora mayor nos preguntó si éramos los españoles, no había muchos por el lugar. Nos dio la bienvenida y nos invitó a pasar. Una vez sentados un miembro de la banda nos vino a saludar y nos presentó a un grupo de chicas adolescentes para que nos hiciesen sentir a gusto, una de ellas me sacó a bailar. Ella se movía fluidamente pues llevaba años aprendiendo esos balies en el colegio, me dirigía desde mi cintura y yo intentaba no pisarle los pies y mi dignidad. Mucha gente se mostró curiosa por nuestra compañía pero todos desde la sonrisa, pues para ellos era motivo de orgullo que dos jóvenes de España fuesen hasta tan lejos para verles. Fue una de estas sensaciones en las que no sabía como comportarme pues no me planteé que la reunión fuese tan autóctona. Pero ahí está otra vez la humanidad, asomando de nuevo, con toda la belleza que el amor sostiene. Pues nos sentimos incluidos, cómo si viviésemos allí desde hacía un par de años y nuestros vecinos nos hubiesen invitado a esta fiesta.

Cafetería en Lerwick