BERÍN – PRAGA – VIENA – BUDAPEST
Los viajes con amigas era una de las aventuras que yo ya sabía desde pequeña que quería hacer, mi primer viaje así fue durante el instituto con toda mi clase por las preciosas tierras italianas de la Toscana. El recuerdo que guardo es tan precioso y valioso que me aterra olvidarlo algún día, los viajes con amigos, a mi parecer son una exaltación de la amistad en momentos maravillosos, a veces ponen a prueba la misma amistad. Pero en general es una experiencia para recordar siempre.
Una vez pasados mis años de estudios, y una vez pude empezar a ahorrar dinero, una de las cosas que más me planteaba era cuándo podía empezar a viajar otra vez. Tuve la suerte de que a una de mis amigas le gusta viajar tanto como a mí, y también es muy aventurera, así que la idea de viajar no se quedó solo en eso, una idea, sino que ambas nos pusimos mano a la obra a diseñar el plan… y así fuimos tres mochileras por ahí.

Básicamente creamos nuestro propio Interrail de autobuses. Así que nos sentamos, planificamos nuestro viaje para Semana Santa y pronto salimos de viaje hacía una experiencia que nos enseñó mucho las unas de las otras.
Día 1: Dormir en el Aeropuerto
No sé en qué momento de alegría y motivación, un viajero decide dormir en el aeropuerto, pero yo creo que el ochenta por ciento de todos nosotros lo ha hecho en algún momento. Y estoy segura de que muchas somos las que nos hemos planteado en qué estábamos pensando cuando así lo decidimos. Son horas de estar incómoda, intentando encontrar un hueco donde posar las alas, apoyar la cabeza y proteger el equipaje. Pero bueno, la verdad es que a pesar de lo mal que lo paso durante ese momento, sigo tomando estas decisiones, porque una aventura es una aventura.
Día 2: Berlín for beginners
Nuestro vuelo salía de Ibiza hacía Madrid y allí pasamos la noche, entre dos columnas de no sé qué terminal, con chaquetas de colchón y maleta de cojín. Bien pronto por la mañana salía el vuelo a Berlín y el frío nos recibió con los brazos abiertos. Nada más dejar las maletas en nuestro albergue nos fuimos a tomar un café para poder aguantarnos de pie por lo menos un rato. Y nos dirigimos hacía el punto de encuentro en la puerta de Brandeburgo para nuestro free tour clásico. Nos pasamos dos horas paseando y aprendiendo sobre la economía alemana, el tercer Reich y otros hechos interesantes.

Al acabar nos paramos en el primer puestecito de Frankfurts que ponía vegan, que para mi sorpresa fue el primero que vi. Y allí comimos en unos pocos minutos y volvimos a disponernos a andar, caminando sin parar por algunas calles. No os doy detalles porque creo que lo mejor después de un free tour es perderse por las callejuelas y disfrutar de las vistas. Yo recuerdo unas calles enormes llenas de tráfico y edificios enormes que dejaban ver la importancia de la ciudad. De repente nos perdimos por calles pintorescas con pequeñas tiendas artesanales y navideñas.
Volvimos al hotel a darnos una merecida ducha y apostando si seriamos lo suficientemente valientes como para salir a cenar. Sorprendentemente hay batallas en las que el hambre gana al sueño y caminamos por el barrio judío – para mi gusto el más bonito que vi en la ciudad – y nos dirigimos hacía un restaurante vegano llamado Qn Vegan living, os lo recomiendo muchísimo, puesto que es el mejor vietnamita que he probado hasta la fecha. Las raciones son como diría Leo Harlem «de las que te miran a los ojos diciendo: uno de los dos no sale vivo de aquí», y es que el bol tiene el tamaño de mi cabeza. Las tres disfrutamos enormemente del caldito que nos protegió lo suficiente hasta poder llegar al albergue y dormir profundamente.

Día 3: El muro de Berlín
Nos despertamos y estaba nevando en la ciudad, nuestra habitación tenía un patio interior y los grandes ventanales nos daban una perspectiva bucólica de lo que Berlín puede ofrecer. La harmonía que presenta la naturaleza del norte con su nieve en contraste con la eficiencia de mujeres y hombres en trajes en las oficinas que compartían patio con nosotras. Nos abrigamos como creo que solo las isleñas sabemos hacer, aterradas por el miedo a congelarnos en el intento, a capas y en térmicas. Desayunamos rápidamente en el buffet del hotel que estaba muy rico y tenía unas opciones básicas para veganos.


Y nos movimos en metro -cosa que hicimos durante todo el viaje-, hasta el Muro de Berlín. Recuerdo desde muy pequeña todo el peso que la segunda guerra mundial tuvo en mis lecciones de historia y durante mi adolescencia en el mundo del cine. Recuerdo a una muy buena amiga perder parte de su inocencia cuando fuimos al cine a ver El niño con el pijama de rayas. Y es por eso que cuando empecé a verlo, tan alto, tan de piedra, tan frío e imponente algo en mí se revolvió. Aunque ahora el muro este roto por muchas partes y decorado en arte, el peso de su historia le acompaña como un fantasma en búsqueda de su luz. Fotografié muchos de sus grafitis y yo salgo en alguno de ellos, pero claro, me sentí rara, pues no sabía qué sentimiento y con qué intención me hice las fotografías: ¿reivindicativas, casuales, para recordar…?
La nieve azotaba sin piedad y nos calamos hasta los huesos, pero para nosotras eso no era más que una increíble aventura. Cuando nos cansamos de recorrer el muro nos pusimos en búsqueda de una cafetería y encontramos el lugar perfecto, cómodo, hogareño, artístico y con un maravilloso café: Michelberger Hotel. Allí me senté con ellas a hablar, reírnos y a pensar. Durante todo el viaje lo único que reafirmaba era lo muy afortunada que era de tenerlas en mi vida y que yo había nacido para viajar.
Michelberger Hotel
Ese día estábamos muy cansadas pero decidimos hacer otro free tour, más dedicado al arte que nos llevó a estar muertas de cansancio. Nos dimos otra ducha rápida y fuimos a cenar cerca del albergue en un restaurante especializado en hummus, yo diría que la comida favorita de mis amigas.
Día 4: Un Aufidersen hacía Praga
A primera hora y sobre maravillosas butacas de tren viajamos hasta Praga. Recuerdo que nada más pisar el lugar el hechizo se activó: sus calles dejaron una muesca en mis ojos con sus colores naive y se posicionaron muy alto en mi ranking de ciudades donde viviría una vida bohemia y romántica.
Plaza de Praga
Lo primero fue ir a nuestro hospedaje -Hostal Rosemary- donde creo que recordaré durante mucho tiempo la cara de mi amiga Pauli cuando vio la habitación. Un altillo con techo irregular y una ventana en el que daba a unas vistas preciosas de la humilde Praga. Lo primero que hicimos al llegar fue buscar un lugar donde comer y ahí fue donde Praga fácilmente se ganó mi corazón, una cadena de restaurantes estaba cerca del hotel Loving Hut y donde pude comer hasta reventar muchos platos veganos deliciosos. Ya no podíamos aguantar más nuestra impaciencia y nos perdimos por las calles del casco antiguo. Precisamente plagadas de luces, fiestas, puestecitos de joyas de ámbar, vino caliente y otras delicias.
Nos fuimos a dormir pronto, pues nos esperaban muchas aventuras.
Día 5: Praga
Nos despertamos, desayunamos y nos dirigimos hacía el free tour básico con el mejor guía de todos los tiempos (Liam – pero en la página web de Sanderman lo podéis encontrar como Hector). Nos dieron mucha información y, aunque más del ochenta por cierto se perdía por el camino, mis ojos lo miraban todo como si lo fueran a recordar para siempre. El resto de la noche la pasamos perdidas por callejuelas, bebiendo vino caliente, comiendo pinchos de patatas fritas y comprando joyas de ámbar especiales. Nos fuimos a dormir pronto, pues al día siguiente nos esperaba otra aventura.

Día 6: El campo de concentración de Terezín
Me desperté muy nerviosa, y la verdad es que de por sí ya soy una persona muy sensible, así que ir a ver un campo de concentración me ponía aún más nerviosa. Si eres como yo, Terezín es un buen lugar para visitar y crear conciencia colectiva responsable porque no fue un campo de exterminio. Aun así la energía es densa como si se liberase a cuenta gotas.
Contratamos esta excursión con el mismo guía el día anterior en la compañía SANDEMANs – Tour campo de concentración de Terezín-. El punto de encuentro siempre es en la plaza de la Ciudad Vieja. Allí te hacen una pequeña introducción sobre qué esperar y te llevan hacía el autobús. Un recorrido aproximadamente de 1 hora te deja en las puertas de la otra cara de Chequia, una más austera y reflexiva, donde me sentí transportada por el tiempo. Y entonces cruzamos la famosa frase que coronaba todos los campos de concentración Arbeit macht frei (el trabajo te hará libre). Recorrimos las calles, las habitaciones, los baños, plazas que preferí no saber para qué eran y el crematorio. Durante la excursión hicimos una parada para comer y sinceramente no me entraba la comida. Llegó un punto de la excursión en la que ya no quería seguir viendo, no porque el lugar sea desagradable sino por otros mil motivos indescriptibles. No quiero hacer un discurso sobre algo implícito en nuestra sociedad del que yo no viví nada. No creo que conozca el tema suficiente.

Pero es una excursión que merece la pena, sobre todo porque es una experiencia única de la que uno sale ileso, pues la sensación en mi caso se fue con el paso del día y dejó una sana consciencia de los errores humanos. Otra cosa que me dejó estupefacta son las fotografías selfies que las personas se hacían en el lugar, no creo que sea un lugar donde hacerse ese tipo de fotografías sonriendo. En mi caso no pedí ninguna foto de mí, ni le hice ninguna a mis amigas, solo fotografié el espacio como si mis ojos no lo pudieran creer y pidiendo permiso a la energía que queda para poder compartir dicha consciencia.
Esa noche fui a buscar un pedacito de tarta dulce en Loving Hut de chocolate y plátano y nos fuimos a dormir a un hotel diferente, que no merece la pena que os recomiende.

Día 7: Praga – Viena
Con un nuevo día, una nueva aventura, volvimos a contratar un free tour con el mismo guía, esta vez especializado en El Barrio judío. Después vivimos otro experiencia – Tour por el Castillo de Praga– muy amena y repleta de historietas tanto interesantes como divertidas. Una de las cosas que me quedaron pendientes fue visitar el teatro de sombras pero eso lo haré más adelante. Unos minutos más tarde del último tour corrimos a ver el famoso Puente de Carlos.
Comimos en un sitio vegetariano delicioso con opciones veganas llamado Maitrea y degustamos unos platos deliciosos (yo tenía tanta hambre que no me fijé bien en el menú y no vi que tenía queso) a veces estas cosas pasan y como vegana he de decir que me sentí fatal cuando me di cuenta, pero son cosas que le pasan una y no se tiene que sentir mal por estos errores, aunque en ese momento si lo sentí así.
Por la tarde un autobús nos llevó hasta Viena y el contraste era increíble, la humildad de la antigüedad de Praga choca abruptamente con la elegancia y exuberancia de la antigüedad vienesa. Pero ya era de noche y la ciudad dormía plácidamente así que nosotras nos camaleonizamos rápidamente en ella.

Día 8: Vienna
Dos horas. Ese fue el tiempo que torturé a mis amigas entre calles de Viena para encontrar un lugar que sirviesen algo vegano. Pero al parecer ninguno de los lugares del centro que Happy Cow App -mi fiel aplicación para encontrar rápidamente lugares deliciosos veganos alrededor del mundo- me marcaba estaban abiertos para la hora del desayuno. Acabamos en una cafetería yo tomando un café solo – porque bebida vegetal no tenían – y una mustia tostada de mermelada – obviamente sin mantequilla-. Pero era feliz porque estaba sentada delante de un cuadro de mi adorada emperatriz Sissi.

Cuando tenía seis años los Reyes Magos me regalaron una colección de las películas de Rommy Shneider con su famosa Sissi. Tres películas que marcaron profundamente mi infancia y que me transmitieron muchos valores. Viena para mí no era un simple destino más, era estar cerca de la princesa que me acompañó durante muchas horas en mi infancia.
Pero esto viene más tarde, el primer día soy fiel a los free tour, en este caso solo encontramos una empresa que los ofertaba, y la calidad de dicho tour distaba de ser divertida pero es lo que había. Acabamos exhaustas y no muy felices con el recorrido pero a la par estábamos hambrientas, así que nos paramos a comer en un bar de estudiantes cuyo nombre ahora no puedo recordar.

Día 9: Sissi
Me levanté revolucionando a mis amigas, a esta parte de la historia ya podéis haceros una idea de la paciencia que tienen conmigo. Pero nada podía pararme, hoy iba al Palacio de Shönbrun, residencia de verano de Sissi y además su favorita de Viena. Mis amigas me dejaron en la puerta como un padre o madre deja a su bebé en el cole, estaban hartas de mis saltitos y ellas no querían ver el palacio por dentro.
Pero esto solo fue una maravillosa manera de conectar conmigo misma a solas, en un lugar que había significado mucho para mí. Me pareció una experiencia perfecta para vivir a solas, de hecho no lo hubiese querido de otra manera ya que me paré ante una réplica/maniquí de Sissi embobada pensando en cómo me emocionaba ver las películas. Creo que me impacto mucho cuando vi el maniquí que tienen de ella a espaldas, con una peluca que representa su pelo, y me quedé allí absorta un ratito. Así que mientras yo recorría los pasillos y habitaciones del palacio ellas paseaban por sus jardines.
Te das cuenta de que tu obsesión con Sissi es demasiada cuando sabes más que el guía que acompaña a los turistas. Yo iba andando a mi ritmo acompañada por la audioguía y mirándolo todo con ansia. De vez en cuando escuchaba a los guías decir datos que yo sabía con más precisión – o eso creo yo-, entonces me reía sola.
Al salir mis amigas fueron a ver otros monumentos de interés y sus edificios alternativos mientras yo fui hasta el Palacio de Hofburg, es decir, el castillo de invierno de los emperadores. En otras palabras, fui a ver el segundo chalet de Sissi. En este todo era más sobrio y a mi parecer más triste, pero si te gusta mucho el tema vale la pena. Y entonces descubrí la joya de la corona y no me refiero a un collar de diamantes de la emperatriz, sino a una panadería en el metro de Viena, justo en el centro, que tienen la mitad de su oferta vegana. Vi el cielo y agradecí no vivir allí por miedo a exceder los límites de hidratos saludables.
Viena es preciosa, como diría mi madre muy limpia, creo que cualquier persona que disfrute de la limpieza y la blancura Viena puede darle mucho placer visual. La arquitectura deja claro que en su historia han tenido tiempos de riquezas y que en su momento fue un lugar muy importante y referente en Europa.
No tengo muchas fotos de esta etapa puesto que fue casi un viaje espiritual, las flores de las mariposas son de un invernadero que hay en el centro. De hecho yo pensaba que era una zona de recuperación de mariposas, pero cuando entré me puse muy triste, solo vi que criaban mariposas en cantidades grandes para soltarlas en el invernadero y así atraer turistas. Vi muy poco respeto de los padres de los niños al dejar a estos jugar con las mariposas hasta el punto de arrancarles las alas. Más triste me pareció ver cómo estas pobres almas voladoras se chocaban contra los cristales en búsqueda de la libertad.
Os dejo un trailer de las películas que yo miraba de pequeña para que me podáis entender mejor:
Una de las cosas que disfruté durante el viaje fueron los autobuses de un lugar a otro. Son pocas las veces en mi vida en las que tengo tiempo de escuchar música mientras me muevo de un lugar a otro. Con la vista perdida en el infinito me relajé pensando en mis cosas e imaginando otras me sumí en una paz interior que solo paraba cuando hablaba con mis amigas o me tomaba un tentempié. En algún momento de la tarde/noche llegamos a Budapest y usamos la conexión del metro hasta nuestro hospedaje -Metrópolis Hostel-. No tardamos en ir a dormir, pues no os voy a mentir, mientras pasaban los días también aumentaba nuestro cansancio, no dábamos tregua y caminábamos mucho a lo largo del día.
Día 10: Buda
Lo primero que debería explicar es que Budapest se divide en dos partes, Buda y Pest, ambas siguen una línea común pero tienen grandes diferencias. Mientras Buda es donde la vida pasa, Pest parece el Olimpo que la reina desde la historia y el olvido, pues la vida allí pasa silenciosa, a diferencia de su hermana.

Como ya sabéis lo primero que hacemos al llegar a una ciudad fue recorrérnosla en compañía de un guía free tour. Nos contaron tantas historias que desconocíamos, que nuestra fascinación nos llevó a reservar otro tour para el día siguiente donde veriamos Pest y su fortificación. Después de ver lo que yo apodé como miles de ángeles caídos – esculturas, monumentos, memoriales, entre otros-, pues lo cierto es que Budapest tiene una carga histórica bastante grande y me sorprendió la poca importancia que se le otorgó en mis clases de historia.
Después de pasear con increíbles historias reservamos el tour de historia judía y nos fuimos a cambiar dinero (no tengo mucho qué decir a este tema, yo me dejaba aconsejar por los guías y cuando podía pagaba con tarjeta). Paseamos por las calles de Buda cercanas a nuestro hotel, mientras mis amigas paseaban por algún mirador yo sentía la necesidad de estar sola otra vez. Así que me fui a un centro comercial Corvin Plaza, siempre me ha dado la impresión de que son lugares donde te sientes acompañada respetando tu momento en solitario. El día acabo en el hotel durmiendo profundamente y listas para el próximo día.
Día 11: El día autóctono de Buda y Pest
Me enamoré este día de esta ciudad. Nos despertamos pronto para empezar un tour sobre la cultura judía en tiempos de comunismo. Cuando vas a un campo de concentración te esperas una abrumadora información, cuando vas Berlín esperas oír hablar sobre Hitler, pero cuando vas a Budapest no te esperas las importantes historias que te van a contar.

Durante este tour escuchas hablar en una primera parte de la historia más triste que la sociedad judía vivió en esta tierra. Después de un descanso Rubik y Sissi entran en escena calmando los sentimientos y, añadiendo bonitas anécdotas, te enseñan la parada de metro más antigua de Europa y majestuosas construcciones arquitectónicas y la vida cultural que ha vivido esta ciudad.
A la hora de comer nos recomendaron ……. creo que la comida era exquisita, más abajo haré la crítica. Volvimos a la última parte del tour entre jardines frondosos donde te explican las historias más intelectuales y a la vez te cuentan algunas que te van a aterrorizar.
Después de este intenso tour nos fuimos a los famosos Balnearios Széchenyi, he de decir que mis expectativas fueron muy altas y cuando llegué me llevé una leve decepción. La estructura me parecía que necesitaba una reforma pero no me arrepiento de ir, es una experiencia muy típica del lugar y después de tanto trote La Paz sienta muy bien.
Día 12: Pest & Ruins
Nos despertamos exhaustas, era el último día y se notaba, usamos la mañana para hacer compras de última hora y a comer como era debido. Pero la calma duró hasta el mediodía, nos fuimos pronto al último tour – Pest-. Después de subir una rampa Pest se desconecta de la energía de Buda. La sensación en mi opinión fue muy diferente. Una calma antigua y desconocida por mi hasta entonces me entro por los ojos, lo respiré en el aire, caló en mis poros y me quedó en mis huesos.

Reconozco que no recuerdo mucho de la historia de este recorrido, pero hubo una que se me marcó en la memoria. En la parte alta descansa lo que creo que es un palacio, pero lo que la gente no suele saber es que muchos años atrás descansó uno más antiguo, más grande y mejor. Era un castillo tan maravilloso que se dice dejaba sin palabras a sus visitantes, abrumaba a muchos y un fatídico día sus cimientos ya no estaban. Me quedé en trance durante mucho rato intentando imaginar cómo era ese castillo, pues que yo sepa es un misterio hasta para los historiadores.
No me desperté del ensueño hasta que me tomé un bocado dulce en una pastelería que había sido la favorita de Sissi. Incluso me encontré con una situación incómoda de conflicto que también la emperatriz se encontró, pero en mi caso aprendí de su error y no hice nada. Las vistas desde Pest sobre Buda quitan el aliento.

Por la noche cenamos en un restaurante vegano que Happy Cow nos recomendó y finalmente también nos fuimos de fiesta. En este punto del viaje y teniendo en cuenta que nos levantábamos muy pronto con fiesta me refiero que salimos a las diez de la noche y a las once y media ya estábamos boqueando en la cama. Pero no nos podíamos ir sin ir a los bares de ruinas, un lugar precioso, caminaba por cada pasillo y no me daba la vida para fijarme en cada pequeño detalle decorativo.

Día 13: Nos fuimos
Pronto por la mañana digimos adiós a una experiencia que no tiene palabras lo suficientemente explícitas para que yo os las cuente por aquí. Encontrad vuestro camino por el centro de Europa, todo recto siguiendo nuestro camino también se encuentra el paseo hacia el centro de tu corazón.

La guinda de la humanidad
Hubo muchas guindas en este viaje, la comprensión de mis amigas por mi manera de comer vegana, los momentos que pasé a solas en calles desconocidas, con ese puntito de «miedo a perderse una» y un «qué libre y valiente me siento».
En Berlín aprecié la importancia de un bol de sopa caliente en los labios cuando has pasado mucho frío todo el día y lo maravilloso que es estar aburriéndote del abrumador tráfico de la ciudad y de repente estar en un barrio al que me mudaría mañana con alguna tienda de navidad. En Praga disfruté lo bonito que es hacer buena conexión con el guía y sentir que es un amigo el que te cuenta los misterios y la historia de ese lugar mágico. En Viena fue ese momento que compartí con otros seres humanos mi admiración por Sissi o esos minutos a solas mirando embobada su espacio. Y en Budapest fue sentarme con mis amigas un rato a hacerme las uñas, cosa que yo no había hecho nunca.
Me fascinó la experiencia en sí, sentir que todo era irrepetible y que muchas cosas habían sido inimaginables. Lo cierto es que no fue el contacto con los locales a lo que me refiero en esta guinda de la humanidad, sino los ciudadanos de hace muchos años que dejaron el espacio así y que me ha permitido sentirlo todo con tanta intensidad.

Ahora es tu turno.