
Puede que su nombre no te suene en absoluto, para mi fue todo un misterio hasta que llegué a su puerto. Pero el desino es caprichoso, las mareas pueden llegar a ser pruebas sorprendentes y de un momento a otro tu vida puede ser como una metáfora de Jacinto Benavente. La capitana de mi barco, -y hablo en tercera persona porque a veces parece una extraña buscando y anelhando cosas que desconoce la simple y sencilla mortal en mí- dedicó parte de esta etapa escocesa a la búsqueda de la magia. El sentido del misticismo de la naturaleza, y la conexión que sentía hacía un lugar en el que nunca he estado antes. Lo primero que buscamos Martin y yo durante lo que yo llamo la etapa escocesa fueron experiencias folclóricas reales, auténticas y escondidas. Creo que en esos lugares escondidos se esconde la magia más ancestral, y si esa canción del alma también os llama este viaje puede ser para ti.
Una experiencia real que nos ofrecieron el primer día en la oficina de turismo fue exactamente eso, un festival vikingo que aviso desde ya, si quieres ir este año ya vas empezando tarde. Pero no te preocupes siempre que se quiere se puede, eso me dije y aquí os puedo explicar por qué fue tan especial.
Historia del Up Helly Aa
No se fechas exactas porqué ese nunca fue mi fuerte, y esta información pasó como se hizo antaño de boca a boca por nuestra anfitriona en la isla. Ella era menuda, pelo castaño, tez pálida y sonriente, fue como una tía que viene a contarte la historia antigua de tu sangre y yo me la creí.
«Este festival se creó después de la Segunda Guerra Mundial, nuestros hombres volvieron de la guerra tristes y desanimados, habían perdido muchos amigos y nosotras que nos quedamos en tierra reanimamos este festival en su honor. Los hombres son los protagonistas porque a nosotras nos encantaba sentarnos y verles divertirse entre ellos y, a su vez ellos se sentían admirados por nosotras. «
Parecía muy lógico que ellos volviesen a sus raíces vikingas para curar un presente tan duro y violento con una violencia más peliculera y vista desde un punto de vista más lejano. Y eso que empecé la experiencia un poco intrigada porque las mujeres no pudiesen participar, pero su explicación me dejó sin palabras, a día de hoy aún. Amor hacia el prógimo, y acalló las palabras que retumbaban en mi mente.
Joven Vikingo 2018
Up Helly Aa
Dieciséis años de espera, seis años de cuidados, un año de preparación y un día de gloria.
Este festival representa la llegada y asentamiento de los vikingos en la isla, o eso entendí yo. Y eso es lo que ellos reclaman y representan ese día.
Hay una lista de espera de 16 años para cualquier hombre de las Shetlands que desee ser el Jarl que sería como el jefe/rey de los vikingos. Alguno de ellos se deja crecer la barba durante seis años con la intención de mostrar a los demás su imponente hombría. También el Jarl decide quienes serán su main squad, sus guerreros principales que desfilaran con él y le protegerán hasta su muerte. No hace falta que os mencione el honor que implica ser el hombre del año, pero durante ese tiempo los preparativos son intensos: vestimenta de la época, canción-lema, identidad y la galera que crean durante un año y queman el último día.
Pero esta legión de hombres no está sola, unos novecientos hombres más se unen a este desfile de testosterona. Supongo que todo el censo de hombres mayores de edad y algún joven. Durante el gran día todo el pueblo y pocos turistas se centran en captar esta fuerza de la unión que dura hasta bien entrada la madrugada del día siguiente. Una vez el sol sale de nuevo, otro Jarl ha nacido.

Fechas del evento
El último martes de cada enero es el gran día. Las Shetland Islands se llenan de gente de los alrededores y algún turista fan de alguna Saga o serie vikinga se reúnen allí a celebrar el folklore del lugar. Me incluyo en entre ellas.
Me parece un buen momento para deciros que todo se alquila, reserva y adquiere con mucho tiempo de antelación. Nosotros tuvimos bastante suerte, pero no os voy a mentir, dedicamos mucho tiempo a buscar las cosas.

¿Cómo llegar?
Hay dos opciones, la más aventurera y barata y la más rápida y cara.
Obviamente escogimos la primera y es una de mis experiencias más explicadas en cenas con amigos. Un Ferry – https://www.northlinkferries.co.uk – desde Aberdeen te lleva durante 14 horas por la noche hasta Lerwick la capital. Hay tres tipos de acomodaciones, butacas normales, butacas en una sala más privada un poco más cómodas -esa fue nuestra opción- y camarotes. Si la mar esta en calma supongo que debe ser bastante intenso – ya que es el Mar del Norte y se mueve bastante por naturaleza-, nosotros nos encontramos con que había tormenta. Y os lo prometo, la humanidad entera del barco nos encomendamos a Odín de verdad. Martin meditó para que sus espaguetis no saliesen de su cuerpo, yo no tuve tanta suerte. Bajamos del barco aparcamos y empezamos a respirar a ver si nuestro cuerpo se estabilizaba y pensé que el Papa de Roma debió de empezar su costumbre de besar el suelo al aterrizar, seguro cuando vino a estas islas.
Una hora más tarde fuimos a desayunar a un bar maravilloso del que más abajo haré una crítica gastronómica y compartimos mesa con dos mujeres, una de Canadá y otra de EEUU. Mientras Martin comía una buena tostada, yo ahogaba mis penas del mar anclada a una taza enorme de café. Ellas nos dijeron que también tenían reservado el Ferry pero al enterarse de la gran tormenta escogieron la segunda opción. Un avión desde Glasgow puede llevarte hasta el pequeño aeropuerto de Lerwick, más caro seguramente pero mucho más rápido.
He de reconocer que no cambiaría nada, lo pase mal en el barco, sí, pero tengo una maravillosa historia que contarles a mis nietos si alguna vez los tengo. De cómo su abuela un día navegó con seres mitológicos que creaban unas olas tan grandes que el barco se estremecía ante los gritos de Odín. ¿Poético verdad?

Itinerario
Nosotros nos tomamos cinco días tranquilos para esta aventura con mi coche, si no tenéis os recomiendo totalmente alquilar uno o no podréis moveros por el lugar. He pensado mucho en si compartir esta experiencia o no, porque fue tan auténtica que da un poco de pena que llegue a muchos ojos lectores. Pero por esto escribo estas líneas, para pedir amor y respeto por esta cultura y lugar. Si finalmente te decides a caminar por sus calles, escuchar sus gritos de guerra y catar los últimos trazos del alma folklore hazlo como un buen somelier, con respeto.
Día 1: Las tierras altas escocesas
Nosotros viviamos en Edimburgo, así que cada vez que teníamos una excusa aprovechábamos para escapar al norte y descubrir más de los salvajes campos, montañas y bosques. Salimos con el coche ruta norte.
Básicamente paramos en el lago Morlich y hicimos una ruta de una horita por su alrededor.
Finalmente llegamos a Aberdeen y subimos directos al ferry, no sabíamos que habían opciones veganas en el barco así que íbamos bien cargados de comida. Pero para que lo sepáis podéis pedir explícitamente comida de origen vegetal sin problemas. El Ferry llegó a puerto sobre las seis de la mañana, aparcamos en el supermercado Tesco y compramos comida básica para los próximos días. Al lado del mismo Tesco esta el restaurante más maravilloso de la isla del que hablaré más tarde, disgustamos un rico desayuno, mantuvimos una interesante conversación con dos mujeres con las que compartíamos mesa y nos organizamos para explorar un poco la isla. Con calma para que las aguas de nuestro interior se mantuviesen pacíficas.
Empezamos por el faro Sumburgh, un viento salvaje azotaba desde lo alto, una sensación fría que caló en mis huesos, se llevo todo consigo, mi malestar por el viaje, mis enfados por la vida y solo me dejó mi esencia. Profundo sí, pero real durante un rato, fue un pequeño regalo de la vida. Muchas gaviotas se escondían entre las rocas de los acantilados, acurrucadas en parejas, Martin y yo dimos una pequeña vuelta y volvimos hacía el norte de nuevo.

(de camino al faro)
Fuimos hasta la isla de Saint Ninian’s que los escoceses a veces usan como expresión de asombro como nosotros diríamos o, mejor dicho nuestras abuelas en España dirian «Por la Virgen» o «Jesús, María y José!». Aparcas donde puedes y llegas a una playa, un estrechamiento de mar por los dos lados deja un pasillo de arena que conecta la península con la isla y me recordó a Illetes de Formentera pero a lo salvaje. Estuvimos un rato allí jugando con la cámara, las conchas de las orillas y la sensación de estar entre dos playas.
Como ya he remarcado bastante, es difícil encontrar hospedaje, nosotros empezamos a finales de Noviembre y tuvimos que escoger dos hoteles diferentes. El primero fue en Sandwick, un pueblecito muy pequeño costero, más que un hotel parecía una casa con derecho a hospedaje, https://www.orcacountryinn.com un señor mayor lo regentaba con mucho cariño. Martin se pasó horas hablando con él sobre el todo y la nada, la vida y el después. Su cocina es profesional y estás invitado en ella, la nevera esta dividida por habitaciones así que puedes guardar cómodamente todo lo que necesites y tienes derecho a cocinar en ella siempre y cuando la dejes limpia después. Con suerte verás a otras personas y te relacionarás con otras culturas.
Esa noche me mantuve despierta, mirando la ventana y esperando una alerta del móvil para cumplir un sueño – ver una aurora boreal-. El bip del móvil me sobresaltó, debían ser las dos de la madrugada, 23% de posibilidades, más de lo que había conseguido hasta ahora, salté de mi cama, me enrollé en una manta y arrastré a Martin escaleras abajo para ver el gran festival de luces. Nuestra sorpresa, no había auroras pero si nieve, mucha además, me resbalé en mi euforia y me deje la motivación escarchada en el suelo. Estábamos perdidos en un pueblo muy lejos de todo, en una calle vacía de un pequeño pueblo nevado, y Martin y yo tirados en el suelo riendo a carcajada limpia.
Día 2: Las islas del norte
Puse música clásica, la luz azulada invadía la nieve con un aura especial, fuimos más al norte de la isla y proseguimos con dos Ferries hasta las islas más al norte posible, Yell y Unst, la nada nos invadió- mucho campo, pocas casas y su todo nos llenó, pues esencia pura era lo que rondaba en esas tierras altas . En Yell vimos una galera vikinga y en Unst hicimos una caminata poco más de de dos horas, bastante sencilla, y os voy a explicar lo que sentí.

Las brumas nos recibieron a media montaña, los campos estaban cubiertos de un dorado tenue, mate con reflejos fríos de hielo y nieve. Los primeros quince minutos me dediqué -para desesperación del paciente Martin- a saltar los charcos congelados de hielo. El placentero crujido era adictivo para mí, Martin me miraba riéndose amorosamente diciéndome lo niña pequeña que podía ser a veces. Andamos montaña arriba y seguimos un riachuelo que se escondía en una pequeñita «cueva», me sentí llamada y me senté dentro tomando y fotografiando las estalactitas de hielo que se formaban sobre la hierba que colgaba de los bordes. Me pareció perfecto y puro el maravilloso contraste entre la luz y la naturaleza. Llegamos a una pasarela de madera -cuidado por favor que resbala más de lo que parece – ahí fue mi turno para reírme, mis botas de montaña resultaron más estables que las de Martin, y se pasó medio camino enganchado a mi brazo con piernas de gelatina. Pude imaginarnos como octogenarios aguantándonos mutuamente un día cualquiera. Paramos a admirar los pequeños riachuelos que se formaban – una capa de hielo superior congelada y burbujas de aire que mostraban cómo el agua corría bajo esa superficie-. Llegó un momento increible de vértigo, he subido más alto en mi vida pero, os prometo que la sensación fue embriagadora, un acantilado no tan alto como se percibe se planta como el final de las Shetland Islands. Os prometo que mi deseo era el de ponerme a andar con cuatro soportes porque tenía miedo a que el viento me llevase para siempre a otro lugar. Me planté allí, miré a Martin y le pregunté «Si me tirase al agua y, sin contar corrientes, siguiese en línea recta llegaría al Polo Norte?» Él se rió un poco ante mi pregunta, pues él es muy lógico en todos los aspectos y sabe que es imposible hacer lo que digo, pero entendió mi intención y asintió con la cabeza. Volví a mirar hacía ese infinito, y me imagine cómo sería llegar nadando hasta un playa de hielo que poco a poco y tristemente se está derritiendo. Quería llorar de la emoción y de la pena.
El cielo respondió, o eso me gusta creer, ante mis anelos pues me quiso regalar un pedacito de ese norte. Copos de nieve resbalavan sobre mi pelo, mis manos, y aterrizaron a mis pies, nos pusimos en cuclillas a mirar cada copo y por primera vez pude apreciar esa estrella que son de verdad. Finalmente y aunque sabiamos que podíamos ver ballenas – que no vimos-, satisfechos y contentos volvimos a tiempo para ver el sol ponerse entre tonalidades rosadas reflejadas en los charcos de hielo.
Volvimos a Lerwick, nos perdimos entre calles preciosas y su puerto me recordó al Polo norte y cómo me lo imaginaba yo. Me colé en una tienda muy llena de antigüedades y me sentí agradecida por la experiencia que nos esperaba mañana, el Up Helly Aa. Nos sentamos a tomar un vino mientras observábamos la inmensidad de la oscuridad, llamamos a nuestro futuro hotel para al que íbamos la siguiente noche para ver si nos podían conseguir entradas para uno de las Halls. Lo explicaré más adelante, es la parte más dificil de conseguir pero en este hotel te ayudan a entrar y gracias a ellos la experiencia fue completa. FInalmente volvimos a Sandwik a dormir.
Día 3: Up Helly Aa
La mañana era fría, nevada y reflexiva, pero se cocía una emoción en el aire muy divertida. Aparcamos en Lerwick a eso de las diez de la mañana, los niños salían de excursión de sus colegios directos a experimentar el festival. Y de repente se oían sus gritos, se escuchaban sus pisadas sobre la nieve. El Jarl con el pecho hinchado de orgullo a más no poder caminaba por las calles, motivando a sus guerreros a seguir con alegría. Hasta la plaza principal donde leyeron su manifiesto y prosiguieron su camino. Mi metro sesenta y dos en el norte se queda corto para llegar a las mejores vistas en fotografía, pero para escabullirme hacía el siguiente destino entre los cuerpos de la gente, es maravilloso. El final del puerto es donde la galera construida reposa, el main squad se posiciona en ella y miles de flashes brillan como estrellas imortalizando el momento.



Fuimos directos a nuestro segundo y último hotel https://www.stmagnusbayhotel.co.uk, estaba bastante lejos, perdido en el monte, entre montañas nevadas. A una hora de Lerwick, – debéis saber que todo el festival sucede en Lerwick-, era una enorme casa de madera y nuestra habitación era el ático, muebles antiguos y telas inglesas decoraban el ambiente. La anfitriona nos recibe y nos trae tés y pastas a la habitación con una preciosa vajilla antigua, fuera hace frío pero nos sentimos muy bien resguardados. Me senté en un butacon taza en mano, finalmente me fuí a hacer una buena siesta para poder trasnochar hasta tarde. Al despertar me puse mil capas de ropa – intentando estar elegante- me hice una trenza vikinga y unos pendientes muy ambientados, no tacones finos – está prohibido para los halls- y un poco de maquillaje. Y nos dirigimos a Lerwick otra vez a ver el último desfile.



Llevaba más capas que una cebolla, aparcamos muy bien y a tiempo – porque como he dicho anteriormente no hay muchos turistas- y seguimos los gritos hasta una plaza donde la galera que esta mañana se fotografiaba ahora, esperaba ser quemada. Novecientos hombres, divididos en diferentes grupos y encabezados por el main squad paseaban con tantas antorchas como hombres había. Crearon una espiral circular alrededor de la galera y la quemaron al ritmo de canciones de la época.
Más tarde y mil fotos después nos dirigimos a nuestro hall. Os voy a explicar cómo funciona, hay unos 12 halls si no recuerdo mal, son hoteles, recintos y asociaciones que ceden el espacio para este evento – hay que pagar pero el dinero luego se utiliza para que el próximo año se pueda volver a celebrar-. Cada grupo del pueblo organiza esos lugares con comida, una banda ceilidh, zona para beber y pista de baile. Es muy difícil que los turistas entren porque es algo muy organizado íntimamente, pero si consigues entrar son muy hospitalarios y te hacen sentir muy acogidos. Durante la noche hay una tabla organizada, los novecientos hombres que antes paseaban con antorchas se dividen en sus grupos de amigos – que comparten disfraz y coreografía- y por turnos un autobús privado los lleva a cada hall. Desde bien temprana la noche hasta bien tarde de la madrugada los halls están llenos de gente bebiendo, comiendo, bailando al son de la banda del lugar mientras esperan al próximo grupo de hombres hacer su espectáculo. Todo el mundo aguanta hasta tarde, nosotros hasta cuando el alma no nos daba para más, pero no es para nada aburrido, pues siempre estás entretenido bailando sus danzas folklóricas o bien disfrutando del espectáculo de los vikingos del lugar.
Al salir la noche era fría, Martin y yo estábamos muy cansados y miramos el cielo en busca de alguna aurora boreal. Pero cómo había nevado las nubes ocupaban el cielo y no tuvimos ese regalo. No hace falta mencionar el gusto que sentimos al llegar al hotel, en nuestra habitación calentita, con un pijama grueso y un sueño profundo.
Día 4: El despertar
Un nuevo Jarl había nacido, no sabíamos quién era pero le deseábamos suerte. Nos despertamos hacía las diez de la mañana y bajamos al salón del hotel, con sus paredes de madera y ese maravilloso olor a café recién hecho. Había un maravilloso desayuno que podías adaptar para que fuese vegano. Todo el mundo en el lugar hablaba sobre la noche anterior y Martin y yo nos mirábamos sintiendo que había sido un sueño y preguntándonos cómo esa experiencia podía haber sido tan especial.
Nos despedimos de la anfitriona y le dimos las gracias por tan maravillosa experiencia en el hall. Allí nos explicó los orígenes del festival y su opinión acerca de la experiencia. Dimos un paseo en coche por esa parte de la isla y después volvimos a Lerwick y paseamos por sus calles, no había ruido, todo era silencio la ciudad estaba reposando la emoción. Algún vikingo y vikinga seguía de fiesta son sus disfraces y nosotros nos refugiamos del frío en una cafetería preciosa Aa’ Fired Up, donde una familia se sentaba a tomar un chocolate mientras pintaban cerámica. ¡Qué maravillosa idea, poder pintar y tomar una bebida caliente!
Por la tarde volvimos a mi restaurante favorito me tomé un chocolate caliente porque me sienta como un buen abrazo reconfortante y, medité sobre mis emociones en ese momento. ¡Qué mal se me daba decir adiós! Volvimos al temido Ferry, esta vez me aseguré de cenar ligero y comprar algo que me dejase lo suficiente relajada como para vislumbrar Valhalla. En Boots una especie de farmacia, nos vendieron unos parches que me facilitaron mucho el viaje.
Día 5: The End
Cuando llegamos al puerto de Aberdeen – esta vez muy pacíficamente- la melancolía nos embargó, demasiadas emociones, muchos momentos bonitos, únicos y originales que no se iban a repetir. Además esa tarde trabajamos y teníamos que llegar a Edimburgo a tiempo, así que supongo que también nos daba un poco de pereza.
Crítica gastronómica vegana
Fjara Cafe Bar: El mirador
Después del terrorífico paseo en barco decidimos que necesitábamos tomar algo para calmar nuestro cuerpo. Este lugar era el más cercano y el más prometedor de la isla. Está al lado del mar y cuando abres sus puertas un increíble olor a café recién hecho y bollitos horneados acarician la nariz. Estaba bastante lleno, así que compartimos mesa al lado del gran ventanal que daba hacía el mar, nuestras compañeras de mesa ambas de América del Norte nos dijeron que era un lugar donde podías ver ballenas. Así que ya os podéis imaginar hacía donde miraba yo todo el rato.
Al final Martin y yo nos motivamos tanto que nos pedimos un desayuno típico inglés vegetariano sin huevo. Así que disfruté de las típicas alubias en salsa de tomate, su sabor rozaba la acidez del tomate con la dulzura de la alubia, y curiosamente al cuerpo le sentó genial esta combinación. Los champiñones Portobello me gustan muy hechos y en este lugar los hacían al punto, pero aún así estaban bastante buenos. El aguacate y tarta típica de patata acompañaban los sabores predominantes que ya he descrito. Me encanta poder jugar con las tostadas de pan y todos los demás ingredientes, decidir qué sabores quiero mezclar y en qué orden y cantidad. Es una experiéncia más que un desayuno, te da tiempo de mirar por la ventana en busca de ballenas y de hablar con tus compañeras de mesa. Un café americano era la guinda del pastel, de hecho siempre que mi estómago está revuelto a parte de la rigurosa infusión, el café -su cafeina mejor dicho- bloquea las ganas de vomitar, este truco me lo enseñó mi abuelo cuando se puso enfermo. Y estas son enseñanzas que él me dió y que llevo conmigo siempre, pues el café me sentó de maravilla.
Me sentía tan a gusto en el lugar que no tuve prisa por irme, mientras yo montaba el itinerario en mi móvil Martin salió a pasear por la costa. Luego cuando estuvimos los dos preparados nos pusimos en marcha.
Pero fue justo esto que hizo de este bar un lugar que mencionar aquí, simplemente me hizo sentirme tan a gusto que no me quería ir.
La guinda de la humanidad
Nosotros dos estábamos sentados en el hall mirando a nuestro alrededor intentando encontrar nuestro lugar. Desde el momento que entramos una señora mayor nos preguntó si éramos los españoles, no había muchos por el lugar. Nos dio la bienvenida y nos invitó a pasar. Una vez sentados un miembro de la banda nos vino a saludar y nos presentó a un grupo de chicas adolescentes para que nos hiciesen sentir a gusto, una de ellas me sacó a bailar. Ella se movía fluidamente pues llevaba años aprendiendo esos balies en el colegio, me dirigía desde mi cintura y yo intentaba no pisarle los pies y mi dignidad. Mucha gente se mostró curiosa por nuestra compañía pero todos desde la sonrisa, pues para ellos era motivo de orgullo que dos jóvenes de España fuesen hasta tan lejos para verles. Fue una de estas sensaciones en las que no sabía como comportarme pues no me planteé que la reunión fuese tan autóctona. Pero ahí está otra vez la humanidad, asomando de nuevo, con toda la belleza que el amor sostiene. Pues nos sentimos incluidos, cómo si viviésemos allí desde hacía un par de años y nuestros vecinos nos hubiesen invitado a esta fiesta.
